La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
CUANDO era adolescente me inventaba parejas entre los presentadores de los telediarios. La de la melenita sosa, con el de deportes, a quien miraba siempre de reojo antes de empezar su sección; la más guapa, con el hombre del tiempo, que dominaba un mapa lleno de soles, y hablaba de vientos y predicciones. A veces los veía muy serios y me decía a mí misma, hoy se han peleado, estos no vuelven. De las noticias apenas me enteraba, claro.
No me tachen de frívola porque el amor, según sabemos por la literatura y la historia, es el motor del mundo. A la sociedad no la cambia ningún partido político, la cambian Fernando e Isabel la Católica, Felipe el Hermoso y Juana la Loca, Inés de Ulloa y Don Juan Tenorio, Napoleón y Josefina y tantos otros.
Quizás por eso, estoy tan pendiente de Pablo Iglesias y Tania Sánchez. Ella tan peinadita y tan rubia, el con su coleta morena y desgreñada, ella con su fidelidad al comunismo, el con la ingenuidad de querer salvar la patria, ella con su discurso tradicional, el, enseñando los dientes y dejando a veces escapar una ira que da miedo. Se complementan, pueden ser felices, que diría una astróloga.
Ahora ella tiene problemas en su casa y se ha ido del Partido Comunista. Para conservar su virginidad, ha dicho que no se va al Partido del novio, que ella es muy decente y, no sabe si buscarse un apartamento y fundar un nuevo partido, o caer en la tentación y en los brazos de Podemos. Él calla y espera. Ay, qué se sufre por amor.
El otro día la debieron tener gorda porque a Tanía no se le ocurrió otra cosa que dar un desayuno informativo nada menos que en Hotel Ritz. Sí, sí, en el Hotel Ritz. Por aquello de que la gente enamorada hace cosas contradictorias e incoherentes. Por poco si coincide con las señoras del barrio de Salamanca que juegan a las cartas, pero claro, era muy temprano y a esas horas están en todavía en plena toilette. Cuando tomó la palabra para hablar de la derrota de Rajoy se le escapó un suspiro de aquellos que decía Bécquer que son aire y van a al aire.
Pablo Iglesias debió de enfadarse bastante por esa lucha de clases tan refinada. Pero ella, sin que el pelo se le moviese lo más mínimo, le dijo lo típico, que los hombres no entienden nada y que no pagase con ella el mosqueo por lo de Monedero, que eso sí que es meter la pata y ella no ha dicho ni mu. A ver si se reconcilian, que las reconciliaciones son muy bonitas.
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