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Notas al margen
Que el Gobierno y las federaciones sindicales se inclinen con su alma de títeres ante el cerrojazo de la emblemática factoría de Airbus en Puerto Real denota el desprecio más absoluto hacia Cádiz. Y que la ministra de Industria, Reyes Maroto, celebre el acuerdo con la compañía como "una buena noticia" es de locos. El gigante aeronáutico no ha hallado oposición a su plan ni siquiera por parte de la Junta, porque no existe otro país con gobernantes tan dóciles e insolventes. Airbus apenas ha necesitado garantizar que la carga de trabajo y el empleo se quedan en Cádiz para sentenciar una factoría puntera, con la excusa de la caída de los pedidos por la pandemia y pese a que sus beneficios ya crecen como antes. Con estas lentejas se conforman unos dirigentes que por norma sólo saben lamentarse y votar lo que les ordenan, mientras que el Ejecutivo de Sánchez consolida el polo industrial de Getafe con otros 400 millones de ayudas. Para justificar su atropello, Airbus esgrime que es mejor concentrar la actividad de Cádiz en un sólo centro, el CBC de El Puerto, que soportar los costes de dos factorías a la mitad de su capacidad. Y lo peor es que nuestros representantes se lo tragan mientras discuten quién montará el centro tecnológico más grande sobre los terrenos de la factoría.
Nadie cuestiona que los argumentos de la empresa son sólidos para sus intereses, pero ha sido bochornoso el papelón de la clase dirigente, sin plantar cara y sin demostrar de qué parte estaba, como si todo estuviese dictado por el gigante aeronáutico. Al parecer, a nuestros gobernantes se les pasa por alto, que cada vez que se cierra una fábrica -y más si hablamos de una planta industrial tractora, que marca el paso de los agentes innovadores, desde la Universidad a los suministradores- estamos abonando, por ese curioso efecto mariposa, la fuga del talento gaditano. Los padres ya no sólo están hechos a la idea de que sus hijos prefieran cursar estudios superiores fuera, la mayoría incluso les anima y asume que también se irán a vivir lejos. En el mejor de los casos, estamos condenados a coger un AVE para visitarlos, y en el peor, a desplazarnos desde los aeropuertos de Sevilla o Málaga para visitarlos una vez al año, porque el nuestro apenas oferta conexiones. La reacción tardía de nuestros políticos ha sido un insulto comparable a su nula sensibilidad para entender que nadie repondrá el empleo y la capacidad de ingeniería que se pierden. El Centro de Fabricación Avanzada sigue en el limbo y el Centro Aeronáutico 4.0 que se proyecta es un brindis al sol por ahora. Ni siquiera nos explican qué pasará con la industria auxiliar. Por respeto a su compromiso, a su rendimiento y a su capacidad, lo último que esta plantilla y esta fábrica merecían es que se su historia se enterrase con un argumento tan falso como su falta de productividad. Visto su falta de espíritu, sólo cabe preguntar si nuestros políticos tienen sangre en las venas.
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