Alberto Núñez / Seoane

Enloquece Marruecos

Me quedé estupefacto cuando, hace unos días, recibí una carta del primer ministro de Marruecos en la que me decía que consideraba una afrenta a su nación mi decisión de ir a visitar a mis tías Ana y Chita a Betanzos, en La Coruña. No entendí la causa por la que una cuestión tan corriente y habitual podía ofender a un mandatario de tanta relevancia y, según él mismo, también a los treinta y tres millones de habitantes del país que decía representar.

Podía haber sucedido así, pero ocurrió de otro modo. El 'primer títere' del dictador marroquí sí escribió la carta de protesta, aunque no era a mí a quien iba dirigida si no a Mariano Rajoy, líder del primer partido de la Oposición en España. En la misiva, sí manifestó su "indignación" y la de "todo su pueblo" -el mismo al que amordaza, manipula, priva de libertad y somete sin contemplaciones- por el "inadmisible" hecho de que un ciudadano español hubiese decidido desplazarse a Melilla, para acompañar a sus vecinos en la celebración de una señalada efemérides: el 513 aniversario de la incorporación de Melilla -Marruecos ni existía- a la soberanía española. No hay diferencia, es lo mismo: alguien, de un país que no es España, pretende que un ciudadano español, no importa quién, no pueda tener la libertad de desplazarse por el territorio soberano de su nación. ¡Enloquece Marruecos!

El parto de semejante aberración hay que enmarcarlo en la realidad del país en el que se produce esta estúpida mamarrachada: Marruecos, nuestro 'amigable' vecino del sur.

Marruecos es una dictadura enmascarada, apoyada, por cuestiones estratégicas, por los EEUU y Francia. La monarquía autoritaria de Marruecos, mientras mantiene la ocupación ilegítima de un territorio que no le pertenece, el Sahara Occidental; mientras se salta a la torera las resoluciones de la ONU al respecto, mientras impide que la democracia llegue a su país, mientras priva de libertad ideológica y de expresión al pueblo al que dice representar; pretende imponer sus melindrosos caprichos a una nación soberana: España.

El rey de Marruecos debería tomar nota de esto: Don Pedro de Estopiñán, conquistó la ciudad de Melilla en el año 1497 (hace 513 años), para el Ducado de Medina Sidonia. A partir del año 1556, la ciudad pasó a depender de la Corona española. Hasta más de un siglo y medio más tarde -169 años, exactamente-, no aparece en el territorio -Marruecos no existía aún como nación- la dinastía alauí, que mantuvo un control, parcial y temporal, sobre una parte de la zona. Marruecos no existe, como la nación independiente que es hoy día, más que desde el 2 de marzo de 1956 -tiene menos años que yo-, fecha en la que consigue liberarse del dominio colonial de Francia y España. Con estos datos, 'majestad', debería usted tomarse un valium, con té moruno si prefiere, y dejar de dar la plasta con memeces reivindicatorias que, si no fuese por la tibieza del Gobierno que tenemos hoy en España, le podrían costar una indigestión con cagalera, algo más que seria, incluida.

Su 'alteza real' debería preocuparse de sacar a su pueblo del subdesarrollo, la incultura y la precariedad, en lugar de dar la vara donde no puede, ni debe. Las meadas fuera del tiesto de 'su graciosa majestad', van de mal en peor. No contento con permitir que se insulte y se agreda verbalmente a las funcionarias del la Policía Nacional española en la frontera de Melilla, ni con el bloqueo de mercancías y mano de obra a la ciudad española, ahora se pasa veintisiete telediarios intentando decidir a dónde podemos ir los españoles y a dónde no.

El sol del Magreb, a pesar de la capucha con la que se suele cubrir en algunos actos oficiales, parece haber tenido un efecto colateral pernicioso en la capacidad de discernimiento de Mohamed. ¡Enloquece Marruecos!

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