¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
NO es un error tipográfico, como alguien pueda creer, sino una realidad. Estamos casi a cuarenta de mayo. Aún con estos calores, no conviene guardar la ropa de invierno, porque el tiempo está muy cambiante. Ahorita hace frío. Ahorita calor. Como dicen nuestros viejos hasta el cuarenta de mayo no hay que quitarse el sayo. Y bien que nos estamos aplicando el cuento, porque a estas alturas de la película la mayoría sigue abrigándose para no pasar frío, o escondiendo sus miserias, aunque sea solo con el taparrabos. Claro que en eso de taparse o destaparse, muchos se quedarían con el culo al aire. Ahora que nos estamos despojando de símbolos de paredes, de nombres de calles y de escudos de otros tiempos, parece complicado despojarnos de todos aquellos tapados que pululan a nuestro alrededor. Abundan en los partidos, en las ejecutivas provinciales, y últimamente en las asociaciones. No sabemos muy bien quien hay detrás de tal o cual plataforma, que objetivos tiene en realidad alguna que otra comisión, o cuales son las verdaderas intenciones de alguna asociación.
Tapados los hubo, los hay, y los habrá siempre. Actúan sin quemarse, en pos de tirar del hilo adecuado en el momento justo. Tapados de muchos tipos, pero siempre de altos vuelos, con ideas fantasmagóricas, y crápulas noctámbulos. Tapados, y tapaderas de sucios negocios que no son sino la única forma de seguir escondidos para no dar la cara. Los aficionados a cambiarse de chaqueta cada dos por tres. Los que ordenan, dan directrices, y tratan a los demás como títeres. La gente no se desnuda tan fácilmente. Más bien se tapa para no ofrecer su lado más íntimo y humano. Pero cuando además lo hacen para manipular a otros, es cuando podemos definir la tapadera como metáfora de las muchas alcantarillas, que una vez levantadas, esparcen el mal olor por su alrededor.
Ni siquiera el abanico andaluz para ocultar la cara sería argumento de peso para no vivir con la cara limpia y la mirada sana.
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