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COGER las cosas con ganas es estupendo, pero hay que tener la precaución de ser constante, de no empacharse, de recibir aquello a lo que tenemos derecho así como otorgar todo cuanto sea nuestra obligación. El asalto a las alcaldías de los chicos de Podemos y de algunas de sus marcas blancas (que no todas son iguales) está muy bien, pues es la esencia de la democracia siempre y cuando haya alguien dispuesto a aguantarte las posaderas para sostenerte arriba y se arriesgue a ser cómplice de tus lecturas defectuosas en torno a ese primer mandamiento ciudadano que dice: "Tu libertad acaba donde empieza la del otro". Comprobar el radicalismo extremo, las amenazas de muerte rotundas y el desprecio más absoluto a los derechos humanos de quienes tienen otra religión o, simplemente, más dinero provocan un escalofrío de sabor salobre. Todos somos presos de nuestras palabras. Y más aún quienes tienen la obligación de gobernar para todos y no sólo para quienes ríen sus 'gracias'.
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