Cambio de sentido

Fármaco-capitalismo

Los intereses de las farmacéuticas colisionan con los valores del estado social, democrático y de derecho

Si, como escribe Camilo de Ory, "los capitalistas salvajes llevan taparrabos de seda", los ejecutivos de las farmacéuticas que trapichean con las vacunas contra el Covid han de estar pasando fresquillo durante las negociaciones del precio y el envío de dosis. Pfizer redujo las entregas a Europa poniendo como achaque problemas en la producción, pero no ha colado. Nos maliciamos que "el milagro israelí" y otros portes al Golfo Pérsico proceden del desvío de vacunas al mejor postor. Por su parte, AstraZeneca le soltó a la Comisión Europea que recortaría su entrega de dosis un 75% respecto a lo apalabrado. Aunque ahora se han puesto más finos, ha sido humillante contemplar ese contrato con tachones a la manera de los antiguos y calenturientos censores de gafas oscuras. De sobra sabemos que los intereses de las farmacéuticas no son filantrópicos, pero esta vez su escala de prioridades colisiona de forma estrepitosa con los propios del estado social, democrático y de derecho. "¿Que qué estoy pensado? -escribe en Facebook Antonio Rivero Taravillo-. Que a los directivos de las farmacéuticas los vacunen en las cárceles cuando les toque". Muchos pensamos lo mismo, ¿cómo puede amparar la ley sus prácticas leoninas? "La venta de vacunas se ha convertido en un mercado persa", escucho decir. Pero esto no es un exótico zoco de regateos. Se llama capitalismo del duro, en el que el dinero importa más que los compromisos suscritos con países que han invertido para la creación de la vacuna, y por supuesto más que la vida y la muerte de ancianos, sanitarios y otras personas de alto riesgo. Los principios que inspiran el desarrollo científico y la medicina, y que encarnan a la perfección la mayoría de investigadores con los que a lo largo de mi carrera profesional he tenido la suerte de trabajar, se van al garete con este estado de cosas.

Pero esta es sólo la punta de un iceberg. Titulo este artículo "fármaco-capitalismo" y no "capitalismo farmacéutico" por percutir en la sobremedicación de las sociedades, por un lado, y en la orfandad terapéutica en la que viven personas con dolencias poco prevalentes, por otro. Reducir el remedio de la depresión a Prozac o la erección a Viagra, y no producir medicamentos para personas con enfermedades raras son dos caras de la misma moneda: la que se embolsan las farmacéuticas que ahora venden vacunas al mejor postor. Otro modelo de industria farmacéutica no sólo es posible sino, ante todo, necesario.

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