Alto y claro
José Antonio Carrizosa
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Igual que las grandes marcas inventaron lo de la fidelización, hay que inventar la fideización, que significa pasión semicontrolada por los fideos, sean gordos o finos.
Cádiz es una sibarita del fideo. Aquí hubo fábricas de pasta allá por el año catapún. Ahora no tengo ganas de ponerme a buscar documentación, pero las hubo, y una de sus creaciones más sonadas fue la babeta, que fíjate si llegó a ser popular que se servía hasta aliñada como insulto y se llamaba así al que era como un rebaná.
La provincia es polifideista, que es como el poliamor, pero transportado al mundo del fideo. Nos gustan los fideos finos para el puchero y nos gustan los gordos cuando se aplica la fideización a los guisos marineros, trufados con tropezones de gambas, almejas o marrajo, que siempre ha sido un gran novio del guiso marinero.
Todo tiene su explicación y se utiliza el gordo para el guiso marinero porque aquí conviene encontrarse con un fideo egoísta, de esos que se lo llevan tó, que se guardan dentro todo el sabor del guiso. A mí me fideiza mucho el guiso de fideos con marisco que ponen en el mítico bar La Campana de Sanlúcar o los que ponen, advierto que no siempre los tienen, en el Echaté Payá de El Puerto, donde Ana María Riquet borda todo lo que es el guisoteo.
No cabe duda tampoco de que el cocinero Javier Parra de La Espartería de Jerez marcó época con sus famosos fideos tostados con langostinos que acompaña con un alioli de esos que te transportan al nirvana gastronómico.
Otro guiso enamorante es el de los fideos con caballas o el que se hace con chirlas en el Campo de Gibraltar.
En este canto al fideo no se pueden olvidar unos fideos históricos, los que preparaban con lenguaos en el restaurante Eugenio Guadalete de El Puerto. De hecho el plato se ha convertido en una receta típica de la ciudad que, por cierto, habría que recuperar en los restaurantes portuenses para que no se olvide esta obra maestra del sorbío.
Porque ahí está el encanto del fideo, en el sorbío, en ese momento aspiradora que todos vivimos cuando nos comemos un buen plato de fideos. En esta España permanentemente incendiada en la que vivimos, necesitamos muchos guisos de fideos, guisos que nos tranquilicen un poquito, que nos hagan ver la vida en templaíto, donde las cosas se ven con la cabeza y no con el hígado… que está muy bueno aliñao, por cierto.
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