De frente

Francisco Abuín

Gloria efímera

15 de marzo 2016 - 01:00

CUENTAN que los emperadores romanos cuando volvían victoriosos de sus conquistas hacían una entrada triunfal en Roma. Justo a su lado, en la cuadriga que lo paseaba, se situaba un propio que sostenía una corona de laurel sobre su testa y se ocupaba de repetirle al oído que su gloria era efímera, que no era un dios. Toda esta película viene al hilo de lo harto que estamos de escuchar el despelleje al pregonero tras recibir la aclamación final. Es su gran momento de gloria -todos lo tienen-, que para eso se ha currado el pregón, que le ocupa alrededor de seis meses y lo hace gratis. De lo que casi ninguno se libra es del post teatro, cuando callan los bravos y las emociones no contenidas. Ahí se inicia el desmontaje del dios. No falla cada año. Forma parte del show pregoneril y sea quien sea el que lo dé. Que si es muy viejo, o demasiado joven; que si es un enterado; que si largo o corto; que si vaya mamarracho... y muchos más calificativos que nos adornan los oídos nada más cruzar el umbral del Villamarta. Y las más de las veces llegan de quienes un rato antes no se han cortado en efusividad con el pregonero -y besos-. Habrá que emular lo de los cesares, que eran gente muy capaces, y ponerle un propio al pregonero -antes y después- para que le sople que ' de todo esto, cuarto y mitad'.

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