La ciudad y los días

Carlos / Colón

Igualdad ante la ley

13 de febrero 2013 - 01:00

PITOS al himno nacional y al Rey en Vitoria. No unos cuantos, muchos; no un minuto, todo el tiempo. No esos pocos gamberros o radicales a los que siempre se culpa cuando se quiere hacer la vista gorda por cobardía, sino la mayoría de los asistentes. Si lo que pasó en Vitoria sucede durante un partido cualquiera y afecta a cosas por lo visto mucho más importantes que el himno nacional y el Rey -un jugador que reciba insultos racistas- se sancionaría al club. Y si estos insultos fueran coreados un día y otro por la mayoría del estadio puede que se cerrara. Un jugador cuyo nombre no recuerdo se negó a continuar jugando si no se retiraba un símbolo nazi que exhibían los ultras; Samuel Eto'o ha logrado varias veces que se suspendan partidos en protesta por los insultos racistas.

Pero en este país en el que todos reclaman que se le aplique a la Familia Real el principio de igualdad ante la ley en el caso Urdangarín, parece que se acepta su desigualdad ante ella cuando de lo que se trata es de insultarles. Aquí un futbolista o un árbitro no son iguales en derechos al Rey, sino muchísimo más importantes que él.

¿Por qué, cuando el Rey y el himno son insultados, no se toman medidas sancionadoras? ¿Para evitar males mayores? Mal asunto. Cediendo ante los antidemócratas éstos no se hacen más demócratas, se crecen. Haciendo la vista gorda ante el nacionalismo totalitario éste no se aviene a razón constitucional, se enroca en su fanatismo. Aplíquese la ley. Y si esto trae problemas es que los problemas están ahí y sofocándolos no se logra otra cosa que engordarlos y pudrirlos. Si existe una Ley Orgánica contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, ¿por qué no se aplica cuando los ultras nacionalistas vascos pitan y abuchean al Rey, a la bandera de España o al himno nacional?

Ni la belleza de San Sebastián, ni el Guggenheim de la resucitada Bilbao, ni la calidad de vida de la verde Vitoria redimen de la culpa del nacionalismo radical, de comportamientos antidemocráticos o de afrentas a la Constitución y a los símbolos del Estado. Cuando don Juan de Mata Carriazo, liberal progresista republicano que fue director del Instituto Escuela de Sevilla, visitó el Berlín nazi en los años 30 volvió asqueado por el régimen político, pero fascinado por la bella modernidad de la ciudad. Cuidado. El totalitarismo, la intransigencia y la xenofobia no siempre tienen rostros feos.

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