¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
ESTAMOS en vísperas de una despedida segura y de otra más que posible. Se confirma que Xavi Hernández no seguirá amalgamando el fútbol del Barça y da la impresión de que Iker Casillas habrá de hacer la maleta rumbo a no se sabe dónde. El egarense va a ese cementerio de elefantes que es el fútbol catarí mientras que el milagrero portero madridista anda en la complicada disyuntiva de si seguir soportando al Bernabéu o no.
Iker y Casillas han disfrutado de carreras paralelas desde aquel mundial juvenil en Nigeria hace dieciséis veranos. Ambos han protagonizado la tremenda rivalidad de sus clubes y la confraternización en la gloriosa selección española. Todo ha discurrido como en una vida de vino y rosas para ambos hasta hace muy poco. Xavi va a seguir con esa vida hasta su último día de azulgrana mientras que Iker ve cómo su relación con su clientela de siempre la echaron a perder.
Xavi, el más excelso regista que vio un servidor de Dios y de usted, está teniendo una recta final como es debido. Iker, no; nadie hubiera podido prever cuando se entretenía en hacer milagros bajo los palos del Madrid y del equipo nacional que su final fuera a ser tan doloroso. Incomprensiblemente doloroso es que un futbolista tan importante en la historia de su club de toda la vida sufra el repudio de la gente que le aclamaba por culpa de un desaprensivo.
Todo empezó cuando Iker llamó a Puyol y a Xavi para enterrar el hacha que Mourinho había desenterrado. Aquel acto de buena voluntad en busca de una normalidad que brillaba por su ausencia fue utilizado de forma torticera para convertirlo en un delito de alta traición al Realísimo. No era imaginable un final así para el mejor portero de la historia madridista y de la selección, pero con Xavi sí están sucediendo las cosas como se esperaba. Diferencias inexplicables.
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