Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: Castaño, Garrido y el Cisquero

Alfa: Miguel Ángel Castaño es un currante -sin respiro- más bueno que el pan. Generoso a raudales y autoexigente hasta la extenuación. Miguel Ángel Castaño luce la cabellera como en rizoso revoltijo a modo de voluta de canastilla de paso de misterio en caoba. A veces las ondulaciones del pelo paradójicamente alisan signos de interrogación cuya respuesta sólo él maneja. Como fotógrafo talentudo, posee la virtud -adquirida- de saber ver más allá de lo puramente visible. Cuando la ciudad se adormece, sobreviene -ajena a toda fanfarria- la instantánea a máxima resolución de Migue. De haber nacido antes, Brassaï le hubiese dedicado un ensayo de sutil lectura.

Cuando compartimos una copa de jerez con Miguel Ángel Castaño en el freidor de la calle Arcos -y ya principian enseguida a servirnos cartuchos de surtiditos de pescaíto y tomates frescos aliñados a la antigua usanza- pronto observo cómo -¡carpe diem!- disfruta el artista con estudio en la calle Naranjas y mudamente le endoso un “¡que le quiten lo bailado!” cuya veracidad sin embargo no pronuncio en alta voz. Migue es un retratista que dibuja a golpe de flash. Su ciudad es Jerez; su patria, Cristina. Y su edén siempre contiene reflejos de una cruz redentora que besa el hombro de Jesús Nazareno en San Juan de Letrán.

Migue nunca puede considerarse un paniaguado sino todo lo contrario: un profesional hecho a sí mismo. No cultiva la bohemia de irrealidad social -pues de bohemio sólo posee la riqueza de ideas- sino sencillamente relativiza la dureza de la vida con cuarto y mitad de agudo sentido del humor y cierta capacidad de desdoblamiento laboral lindera al don de la ubicuidad. Trabaja a destajo. La calidad de imagen de las obras de Migue pueden mismamente sucederse entre el click de la inspiración y el sabor -media hora más tarde- de la manteca colorá con carne mechada. Migue es un virguero, sin necesidad de dársela de gracioso. En la profesión es reconocida su permeable generosidad. En él la avaricia jamás rompió el saco.

Está Migue suscrito a los seres que llevan por norma deshoras en ristre. No hay acumulación que se le resista porque, llegada la sobresaturación de faena, aplica el título del libro de poemas de Caballero Bonald: ‘La noche no tiene paredes’. Jamás se la jugó a nadie al tiempo que le importa un bledo el qué dirán. Qué dirán los pamplinas que por lo común son tendidos en las azoteas de toda idiotez con papel de fumar. Es Migue de esos jerezanos de mentalidad moderna que hacen ciudad. A todos se nos escapa el voltaje de su fecundidad artística. Posee la fórmula secreta de la simultaneidad. Hace poco anduvo en chapa y pinturas. Ahí anda ya saliendo del bache. Migue, que es devorador de guiños audiovisuales, también hace gárgaras ahora con este contratiempo de la salud. Nada puede con semejante creador por sistema. Lo dicho, compañero, una estampa del Cisquero y alguna pronta visita a San Lorenzo. El Señor del rostro ennegrecido sabe lo que hace. Y yo… yo sé lo que me digo.

Beta: Por cierto, hablando del Rey de reyes que por la puerta de su sevillana basílica asoma, aludo ahora a uno de sus hijos de túnica negra quien a su vez también lo es -en idéntica proporción- del azul y blanco de la jerezana novia del Miércoles Santo: la Amargura. Y es que Paco Garrido -ese jovenzuelo octogenario que no pierde un ápice de vitalidad- ha sido asaltado a bocajarro por un sustillo de poca monta en cuanto a salud se refiere. Paco -tan pemaniano en sus lecturas y en sus códigos vitalistas- ha toreado el episodio con su acostumbrada amable sonrisa y su consustancial dosis de Fe. El capítulo duró menos que un amén. Y Paco, como Dios flagelado manda, sigue con paso saltarín recorriendo el itinerario de sus cotidianas gestiones. ¿Verdad que sí, querido?

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