Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: Juan Luis Jaén Pacheco

Juan Luis Jaén Pacheco y su inseparable esposa Maribel Puyol Vargas.

Juan Luis Jaén Pacheco y su inseparable esposa Maribel Puyol Vargas.

Conozco a pocas personas tan caballerosas como él. Tan comedidas. Tan serenas. Tan estilosas. Tan cultivadoras de unos principios éticos de sociabilidad sin giros copernicanos. Prefiere el silencio a la verborrea. Apuesta por el mutismo que observa con ojo avizor. Milita en la calma chicha. Manso y humilde de corazón, como el mismísimo Jesucristo. Nunca chirría su timbre de voz. Jamás una palabra malsonante salió de su boca. Posiblemente Oscar Wilde elegiría su personalidad para escribir ‘El arte de conversar’. John Ford lo habría fichado para protagonizar su gran película ‘El hombre tranquilo’. Podría haber encarnado también cualquier personaje del filme ‘Cadena de favores’. Quien hoy copa y ocupa nuestro ‘Jerez íntimo’ responde al nombre de Juan Luis. Se apellida Jaén Pacheco y está incapacitado para prejuzgar a los demás. No en balde enseguida descubrimos que este jerezano no esconde su alianza con lo exclusivamente humano. Tan de Terencio: “Homo sum; humani nihil a me alienum puto”. Juan Luis siempre ha sido -y continúa siendo- muy respetado en los círculos donde habitualmente se mueve. Su hábitat común se circunscribe a la calle Arcos -donde asentó domicilio años ha- y alrededores. Forma parte del paisanaje de la Albarizuela y del barrio de San Pedro. Allí sentó plaza emocional. Y espiritual. No en balde pertenece a las hermandades de la Coronación y Loreto. Todo queda entre los pagos de los Desamparados -luces de traje de torería- y la Casa de Nazaret que alza los vuelos hacia el alto cielo -ecos de algarabía lasaliana-.

Es comedidamente alto. Delgado pero no flaco. En pureza conserva esa idónea delgadez que además contribuye a la estilización de su porte. Camina derecho, sin ningún asomo de encorvamiento. Viste con elegancia: texto y textil que cuelga por el efecto rodillo de un planchado asombroso. Ni una arruga en la ropa. Ni tampoco en el pensamiento. Quizá por deformación profesional. Trabajó en la tienda de Saldaña, sita en la calle Santa María, y de allí pasó al Corte Inglés, donde llegó a ser jefe de la sección de caballeros. Hasta que la enfermedad incapacitó su continuidad laboral. Aquel achaque de salud constituye hoy cenizas de ave fénix: una demasiado dura pesadilla -detritus encapotado- de la que pudo despertar con salubridad y fortaleza gracias al Cristo sentado que la plebe y el populacho coronó de espinas. Y gracias asimismo a un hermano de sangre generoso a raudales. Como un donante capaz de detectar la médula del cristianismo. Ama a tu semejante como a ti mismo. Por Juan Luis no pasan los cangilones del tiempo. Se conserva como un figurín. Tiene algo de bajista de los grupos pop españoles de finales de los años 60. Por ejemplo los Sirex. No conoce ni siquiera los principios de la calvicie. El pelo recio. Como una promesa que no desvaría su contenido. De perfil destaca su nariz respingona -sustentadora de gafas de pasta ancha-. Es acreedor de un fino sentido del humor, nada estentóreo y sí muy inglés. De hecho Juan Luis, Juan Luis Jaén Pacheco, es disciplinado a la inglesa. No juega ni al desorden ni a la aventura quimérica. Posee voluntad de estilo. De ser escritor, destacaría por un sello preciosista.

De chavea se enamoró hasta las trancas de una muchacha guapa a rabiar. Dueña de unos ojos para perderse en la profundidad oceánica de su beldad andaluza. De su beldad y de su verdad. Fue un flechazo mutuo. Desde entonces forman pareja idílica. Maribel y Juan Luis. Maribel Puyol Vargas. Dante y Beatriz. Romeo y Julieta. Cleopatra y Marco Antonio sin altibajos ni rupturas ni necesidad de reconciliaciones. Porque Maribel y Juan Luis nacieron la una para el otro y viceversa. Un matrimonio admirable, inseparable, incomparable. Un matrimonio de gente guapa, que diría el añorado Faustino. Un matrimonio con voces de Serge Gainsbourg y Jane Birkin interpretando el temazo musical ‘Je t'aime... moi non plus’. “Te amo, te amo”. Juan Luis es cofrade tesonero. No oportunista ni novelero. De toda la vida del Coronado cada Domingo de Ramos. Frente a sus plantas fue elegante capataz del paso de misterio. Supo mandar a la cuadrilla en el dominio del temple y el sentido de la medida. Le sucedió, derramadas el gota a gota de memorables Semanas Santas, otro cofrade que puso toda la carne en el asador del martillo: Manolo Campos. Juan Luis Jaén siempre fue hombre de Hermandad. Ocupó, entre otros, cargo de mayordomo en época de cofrades señores, tales Manolo Piñero, Mariano Cross, José Luis Larraondo, Silverio Cabrera, Manolo Liaño, Paco Coro, Manolín. Ahora la Junta de Gobierno -la entrante y la saliente- de la cofradía de sus amores le ha rendido un merecido tributo por sus más de cinco lustros como vestidor del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas. Y es que, en esto del vestir, el Señor de la Albarizuela no pudo contar con mejor profesional del ramo.

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