Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerezanos y el poder evocativo de Hombres G

Las letras de Hombres G describían todo cuanto nos ocurría a diario.

Las letras de Hombres G describían todo cuanto nos ocurría a diario.

Somos legión los jerezanos que, desde nuestra tierna pubertad, seguimos con ahínco a Hombres G. Nos engancharon entonces con las letras que describían al dedillo todo cuanto nos ocurría a diario, sobre todo en la inmaterial cuestión de los amores nacientes y los desamores fugaces. Desde entonces sus integrantes han sido compañeros de vida y banda sonora de nuestro estadio vital. Ahora siguen al pie del cañón con más ritmo que nunca, celebrando la gira mundial -un flipe, oye- de sus 40 años encima de los escenarios. No le falta razón a David Summers cuando asegura que el valor todopoderoso de la música radica en su poder evocativo. Para los jerezanos de mi generación, los nacidos a primeros de los años 70, la evocación es coincidente: nos retrotraen estas canciones a épocas doradas -todas lo son en su adecuación más positiva-: apenas quince años sobre tus hombros. Aquel romance primero que, fingiéndose golondrina, solo duró un verano. Los primeros deslumbramientos. Aquellos primeros escarceos amorosos, como un sueño de consciencia despierta…

Aquellas nuestras juveniles huellas borradas por la espuma blanca de las orillas de cada noche. Los primeros ensimismamientos sentimentales, la primera pérdida de apetito porque la atención ya mimetizaba a la otra persona, a la chiquilla que te invitó a patinar sobre una melodía de tonteos y risas nerviosas, los primeros cosquilleos en la adolescente boca del estómago, las primeras mariposas revoloteando en el músculo cordial que late con frenesí, el pulso que -indómito- se acelera, el primer nombre de chica escrito en los márgenes de los libros del colegio, los primeros ojos almendrados -profundos como la dimensión incandescente de todo desconcierto- que se graban a fuego en las alas de tu pensamiento, la mente revuelta como las rítmicas crines de un caballo desbocado, como un potro silente incapaz de encaramarse a la cúspide de lo posible.

Dudas de toda certeza. “Quiero llamarte por teléfono sólo para oír tu voz, quiero sentirte cerca y lejos”. La incertidumbre párvula. El nacer a la vida que nada indulta. Un incendio de hormonas que danza en el interior de todos tus secretos. El ánimo como un reloj de cuco. “Ven, tú no me llores (…) Abrázame fuerte, ven corriendo a mí”, que suena en la cinta del casete. La inconfesable confesión allí donde nadie te ve. Un cuerpo nuevo estrenando el itinerario -tembloroso, entreabierto, terso- de su piel. Una historia de dos... Los primeros tactos, los primeros arrimos, con textura de nácar y miel. Las primeras caricias con aspiración a laberinto sin salida. Tú: una raíz arborescente, y ella: un blanco clavel perfumado de inocencia.

Las anatomías que entrambas solicitan mayor roce. Noches de ojos despiertos, madrugadas de insomnio con despliegues de monólogo interior. La incertidumbre -me quiere, no me quiere, me quiere- que tanto atormenta y encandila. Ese rebuscado milagro de estar juntos allí donde el tiempo a rachas se detiene. La juventud temprana. ¿El noviazgo precoz? Los cuerpos como un prontuario de barro y miel. Tú: un bobo incontinenti y ella una fascinación en femenino singular. Ese querer a alguien más que a ti. La eucaristía del permanecer pegados como un deslumbramiento en lo prohibido. Aquellos besos robados que estrenan el sabor -adictivo- de otra comisura. Las miradas que furtivamente se entrecruzan. Las hormonas que crepitan en la candela del desconcierto. Dos lagrimones furtivos que indistintamente son de ahogo y alegría. La descomunal felicidad de ser correspondido…

La llantina -a solas- que sí viene a cuento. El cigarrillo que de nuevo rechazas. El mirarte por largo en un espejo que imagina secuencias románticas. Charlas -con zapatos en la mochila- que en pareja pasean la bajamar hasta el amanecer. Saberte verde en estas cuestiones del galanteo -verde que te quiero verde, verde viento, verde rama-. Notas cómo a ella se le dilatan las pupilas. Denotas cómo la euforia crece dentro de ti. Ella, derroche de morenez, sueña con tus retinas; tú ignoras que menos es más. La carpeta de BUP clasificada por asignaturas. Prorrumpe algo que no calibráis y que os está agitando la razón. ¿Has escrito mi nombre dentro de ti? Ya se construye en el imaginario un futuro compartido. Los gritos desaparecen en la asonancia del abismo. Las horas no pesan… Este pasado jueves varios amigos de siempre comentábamos la traslación evocadora que, un día y otro, un año y el siguiente, nos conceden los Hombres G: cuatro músicos excepcionales y una prodigiosa melodía de fondo que continúa sonando cuando el amor -ese mago universal- sigue haciendo de las suyas.

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