HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Juegos Píticos

01 de agosto 2008 - 01:00

CADA cuatro años, desde primeros de agosto hasta septiembre, se celebraban en Delfos los Juegos Píticos. Entre éstos y los Olímpicos había un tiempo de dos años. Apolo los instituyó en recuerdo de su victoria sobre la serpiente Pitón, que era macho, una especie de dragón. Hijo de Gea, la Tierra, Pitón era más antiguo que Apolo y el que dictaba a la pitonisa los oráculos que le transmitía su madre. Las razones por las que Apolo mata a la serpiente para ocupar su sitio son varias: Gea era vieja y sus oráculos se habían quedado anticuados, y Pitón era el tirano de la ciudad. Un vaticinio desde el principio de los tiempos le destinaba a la serpiente la muerte a manos de un hijo de Leto. Cuando Leto se quedó embarazada de Apolo, Pitón la persiguió para matarla; pero Zeus, el padre, escondió a su amante en una isla bajo una bóveda de agua, porque, además, al niño no le podía dar el sol en el momento de nacer, según maldición de la celosa Hera. A los tres días de venir al mundo, Apolo asaetea a Pitón y lo entierra en Delfos, en el ónfalo, el ombligo del mundo, centro de la tierra sobre el que se sentaba la pitonisa. El mito es mucho más complicado.

Los juegos fueron primero poéticos y musicales. No sé si participaban las mujeres. Creo que no. Un jurado de delfios premiaba el mejor canto dedicado a Apolo. La condición era que el poeta tenía que acompañarse con la cítara. Homero y Hesíodo nunca lo ganaron porque no sabían tañerla. Los cantos fúnebres con flauta se suprimieron pronto: el pueblo se entristecía y aun lloraba. El concurso era igualitario en cuanto a la participación, pero no se usaba la actual cortesía: el pueblo griego, admirador de los poetas, protestaba y mandaba callar a los que no le gustaban, una tradición que nunca se debió perder. El jurado no se pronunciaba hasta el final y confiaba en el criterio popular. Entonces, en materia poética, se podía; ahora los menos de fiar son los escritores de versos, que no han acabado con la Poesía, como sería su deseo, pero si han logrado que el pueblo, y no pocas personas leídas, les den la espalda. En su origen el premio era en dinero; pero los delfios, sabios también en esto, vieron que la ambición atraía a los poetastros de toda Grecia y pasaron a premiar con una corona honorífica, ganando en prestigio el ganador y convirtiéndose los juegos en un gran acontecimiento al que acudían viajeros de todo el mundo conocido entonces.

Sin dejar la poesía como competición principal, más adelante se añadieron otras disciplinas, principalmente relacionadas con los caballos: hubo carreras de potros, caballos y carros, y una lucha infantil, no a puñetazos, sino de destreza para inmovilizar al contrario. Los visitantes se iban encantados, de paso consultaban el oráculo y divulgaban los cantos ganadores en otras ciudades. Los delfios quedaban muy satisfechos por el contento ajeno y por la seguridad de contar con una infancia y una juventud sana, hermosa y preparada para la guerra. Una época en verdad civilizada.

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