SIEMPRE se ha festejado a la juventud como etapa mágica, maravillosa, sorprendente. Muchos poetas han reflexionado sobre ella. Rubén Darío la recuerda: “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer...” D. Antonio Machado decía:”Hoy, en mitad de la vida, me he parado a meditar… ¡Juventud nunca vivida, quién te volviera a soñar!”. Y muchos más se han referido a la juventud. Pero la vida para una gran parte de los jóvenes está más cerca de las dificultades para forjar su futuro, de la independencia paterna-materna, de formar una familia, o sin formarla. El 45% de los jóvenes están en paro.

En La Unión Europea es del 20%. La falta de futuro para la juventud es el camino de la decadencia de un país. El sentido de pertenencia social se diluye, y esto es una ruptura del contrato social que debe sustentar una sociedad democrática. Los contratos por obras y servicio son el 90% de precariedad laboral juvenil. Debe ser eliminado. No hay derecho para que ese gran porcentaje ciudadano que padeció la última crisis económica, sea ahora también el sufriente de la crisis que tenemos en puertas. Miguel Hernández asentía: “La vejez en los pueblos. El corazón sin dueño. El amor sin objeto. La hierba, el polvo, el cuervo. ¿Y la juventud? En el ataúd.”…