Hablar de la cofradía de la Cena es hacerlo de una hermandad que se ha ganado, a pulso, su sitio en la Semana Santa de Jerez. Un sitio de privilegio, amparado en unas hechuras de cofradía de centro, elegante y alegre, y también cobijado en un patrimonio ciertamente envidiable. Pocos imaginaban, cuando una comisión de la junta de gobierno viajó hasta la capital hispalense por el paso del Cachorro, que estaban cambiando para siempre su historia. O mejor dicho, que la estaban completando.

Porque la cofradía de la Cena es el paso de misterio que tallara Castillo Lastrucci, por supuesto, pero lo es también su maravilloso paso de palio, una pieza única en la Semana Santa de Jerez, por la que la actual junta de gobierno de Manuel Muñoz Natera ha apostado fuertemente al principio de cuaresma. Un paso de palio singular de nuestra Semana Mayor, con las caídas en plata de ley, y un manto absolutamente arrebatador, que mezcla con solvencia distintos estilos de bordados.

Pero por encima de sus pasos, relucen con brillo sus dos imágenes titulares. Por un lado, la bellísima Virgen de la Paz y Concordia, y por otro, el Señor del Cáliz, el Señor de la Sagrada Cena, obra cumbre de Luis Ortega Brú. Dos imágenes para enamorarse, arropadas por una cofradía que hace suyo el Lunes Santo gracias al rojo de sus túnicas, al color de un cortejo cada vez más numeroso, a la luz de San Marcos, a la maestría que impone desde hace más de tres décadas el capataz Martín Gómez Moreno, -que este año se estrena también en el llamador del paso de palio- y a la expectación del pueblo de Jerez, que cada año se afana en encontrarse con la hermandad en cualquiera de los bellos rincones por los que transita la corporación en su estación de penitencia.

Con estos avales, no debe extrañar a nadie que, cuando unos desalmados robaron el alma de esta cofradía, simbolizados en el cáliz del Señor y en la corona de la Santísima Virgen, entre otras pertenencias, no estaban haciendo otra cosa que unir a la hermandad más si cabe. Y así, la cuadrilla del Señor, con numerosos donativos de devotos, regaló el cáliz que se bendijo el pasado domingo. Así mismo, la Agrupación Musical de la Estrella de Dos Hermanas quiso hacer real su hermanamiento con la cofradía, y fue quien donó las potencias del Señor, y la propia hermandad, con el dinero de sus hermanos y de muchos devotos, consiguió realizar una nueva corona de plata para la dolorosa. Todo ello, además, gracias a la generosidad y a la profesionalidad de Antonio García Falla, que se ha dejado el alma en el empeño.

Esta es la sangre roja. La que nos corre a todos los hermanos de la Cena por las venas. La que ha conseguido, a lo largo de la historia, que una humilde hermandad de centro, con todos los problemas que ello conlleva, sea hoy un referente para la Semana Santa de Andalucía. Una hermandad que ha conseguido sus mejores objetivos cuando ha estado unida, y es que en los últimos años, ha estrenado los faldones del paso de palio, parte de las figuras secundarias del paso de misterio, ha restaurado el Castillo gracias al siempre recordado Paco Bazán y tantas otras actuaciones patrimoniales que han engrandecido un legado que nos dejaron hace ya décadas los que nos precedieron.

Nuestro es ahora el momento. Es la hora de trabajar por la cofradía para que siga siendo lo que es, un espejo en el que muchas hermandades que están creciendo se miran. Trabajemos con humildad, sin egos… poniendo siempre a la cofradía en el centro de nuestras metas y deseos.

Hermandad, por encima de la cofradía. O mejor dicho… hermandad, como sustento de la cofradía. Ese es el objetivo que busca ahora la Cena… y mientras lo consigue, sigamos soñando con costeros imposibles, con izquierdos valientes, con la plata de las bambalinas enredándose en los balcones de la Tornería, con la luz que entra por la vidriera de San Marcos cuando el sol intuye que es Lunes Santo y… va a salir la Cena.