¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
ESTO del fútbol, y lo digo como futbolero silencioso, tiene "mandanga". Por razones de trabajo he pasado unos días en Marruecos y al oírme un grupo de nativos hablar en español, me preguntaron enseguida si me había enterado de la dimisión de Calderón, el Presidente del Real Madrid.
La verdad es que nada sabía, y con las mismas, gracias a ese maravilloso invento que es Internet, me informo del suceso en la prensa digital. Y leo que la dimisión de Calderón ha sido la noticia que ha abierto los informativos nacionales en prensa y televisión por encima de las previsiones económicas para 2009 que nos auguran un futuro negro, por cierto, como la segunda equipación del Madrid, o de la masacre diaria del ejército israelí en Gaza. Pero como he podido comprobar aquí, fuera de España, los efectos del fútbol superan las fronteras estrictamente nacionales.
Como "blanquillo" que soy, la noticia no sólo no me apena sino que me alegra. Y es que algo de orden hay que poner en este caos que en los últimos años viene sufriendo el Madrid. Así que, de momento, podemos tener la esperanza de encontrar a alguien que ponga un poco de sentido común en esta entidad.
Y entretanto sufrimos esta travesía del desierto que ya parece eterna, las circunstancias me llevan a acordarme del refrán: "al perro flaco todo se le vuelven pulgas". Resulta que el viernes por la noche, cuando llego al hotel, observo un revuelo inusual en su exterior. Furgonetas de antidisturbios, decenas de agentes de seguridad privada, cientos de plantas que engalanan los accesos y coches por todos lados. Así que, además de tener que aparcar más cerca de Tarifa que de Tetuán, pregunto sorprendido qué está pasando, a qué se debe semejante alboroto. La respuesta no pudo ser más inesperada: "Joan Laporta, el Presidente del Barça tiene un acto en el hotel con las peñas barcelonistas de Tetuán". O sea, que el mismo día, dos en la frente: el Madrid que toca fondo y el Barça haciendo proselitismo en el norte de Marruecos.
Ni corto ni perezoso, que cuando uno empieza a hacerse muy mayor deja la timidez al lado, decido ir a ver a Laporta en sus oropeles marroquíes. Atravieso una barrera de seguridad que custodia la entrada al salón. Nadie me pregunta ni me dice nada. Imagino que al verme cara de occidental pensarían que formo parte de la comitiva oficial culé. En el interior unas mil personas cenan con el "rey independentista" catalán que, ufano como un pavo real, firma autógrafos en banderitas de papel con el escudo del Barça. Todo ello adobado con pancartas, banderolas, fotografías y demás símbolos blaugranas. Cuando estoy cerca de Laporta me acuerdo de Messi, de Eto'o y de los doce puntos de ventaja que nos llevan en la liga, y del desastre organizativo del Madrid. Decido volverme, y al salir alguien me invita a sentarme y sumarme a la fiesta. Orgulloso, le contesto: "Ana (yo) Real Madrid".
Deprimido, me acuesto y sueño que Laporta es el que ha dimitido, y que el Madrid ha ganado la décima Copa de Europa. Manda "güevos", ya solo ganamos en sueños.
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