Maruchi Maestre Domecq (1942-2014). El coraje de la fe

TE conocí hace 44 años cuando sólo tenías 28 y ya varios niños en el mundo. Eras feliz y contagiabas a todos esa felicidad y ese 'jaleo' que siempre llevabas dentro de ti.

Después de aquella época seguiste teniendo hijos, chicos maravillosos que han llenado nuestras vidas y se hicieron grandes en todo el sentido de la palabra con vuestro ejemplo y vuestra entrega.

Pasaste momentos muy difíciles y siempre fuiste el timón del barco para que navegara a buen puerto. A todos nos contagiaste un poco de tu fortaleza de espíritu ante las situaciones comprometidas.

Me quedo conmigo todas aquellas charlas que teníamos cuando navegábamos juntos por la Bahía de Cádiz, tus baños, tus alegrías que contagiaban a todos los que te acompañaban.

Pero déjame decirte, hoy que te has ido, que lo que me ha quedado en mi alma ha sido tu fe, el saber darle la vuelta a esos momentos tan duros que viviste y convertirlos en positivo y en tirar del carro hacia delante, siempre.

Sé que los últimos años de tu vida fueron duros, ya que no podías depender de ti misma, hablabas con esa voz que tenían la fuerza de tu mirada, pero seguías dando paz y calor a todos.

Patri y tus hijos estaban tan cerca de ti que nunca te faltó el calor que alimentaba tu vida para seguir viviendo.

El lunes pasado, otra vez en la Bahía, te distes tu último baño en el mar en tu sillita de ruedas y a la caída del sol te llevaron a dormir y casi sin sentirlo, te fuiste. Ese Dios al que tenías como centro de tu vida y de tu fe, te llamó para estar con Él y hacer que te pudieras reunir con esa parte de tu familia a la que llevabas mucho tiempo sin ver.

Te acostaste con el peso y la dureza de la vida y te despertaste en el mundo de la ilusión, de la presencia de Dios.

Mi única pena, mi querida Maruchi, ha sido no despedirme de ti, darte un beso cargado de recuerdos y darte las gracias por el ejemplo que nos dejaste durante tantos años.

Que Dios te guarde siempre.