EL ORO Y EL MORO

Antonio Heredia

Media botella

29 de abril 2008 - 01:00

En la media botella se encuentra el tamaño exacto para que el vino navegue por la sesera con viento a favor, sin que sobrepase la línea de flotación donde se funden los cables de las entendederas. A la vez, tampoco se desvía el rumbo, lo cual evita el desplazamiento de la carga a diestra y siniestra, bien sujeta por ahora. Con este punto puede que derrape la estabilidad, aunque más bien como acrobacia dominada, y cierto es que el ánimo levanta un palmo del suelo a poco que uno arrastre un tanto la caja del cuerpo. Toma la medida de este vidrio etiquetado, pues coincide con la capacidad de tu bodega. Llega hasta sus posaderas despacio, colocando con cuidado el corcho de sus esencias tras llenar la ronda.

En cambio, el embalao apura la copa sin ton ni son y, con el alcohol saliéndole por las orejas, acaba metiendo la pata o enrollado sobre el césped. Antes se le habrá ido la lengua, lábil y desenroscada, barbotando las verdades más insidiosas, las mentiras más deletéreas. Luego, el habla se habrá hecho una pasta hasta impedir pronunciar su nombre y fechorías. Son borracheras a las que les falta la enjundia de la filosofía. A saber: que una media botella es un frasco perfecto para templarse; que sólo el que encaja la primera, liquida la segunda y las que vengan de igual modo, con ademanes de señor y elegancia de caballo en los andares.

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