YA no sabe uno a qué atenerse con este equipo ni siquiera quién tiene la culpa de todo este desaguisado. Es más, creo que el problema no es sólo de los que se visten de corto, que son malos , o al menos eso demuestran. Ni siquiera del que es el titular del banquillo, que probablemente habíamos extralimitado su valía y resulta que, salvo lo obtenido en Chapín, hace tres años, poco más se le reconoce.

Una plantilla hecha, ayer y hoy, de recortes, sin dinero, a la buena de Dios y a verlas venir. También el problema radica en la entidad, un barco a la deriva, con un armador poco lúcido, preocupado en quitarse de en medio -él y su barco- sin demasiado perjuicio para sus arcas, unos dirigentes sin mando cuyo asiento en el palco les es demasiado penoso y hasta unos gestores impuestos cuyo trabajo no ha tenido compensación. ¡Vaya suerte la del Levante con los que han gobernado el club!

Todo esto y algunas cosas más que se me olvidan o quiero olvidar han llevado a este Xerez a dar la imagen que da. Se terminó la temporada pasada haciendo el ridículo y sintiendo los males olores del hoyo de la Segunda B; ésta ha comenzado con un equipo sin rumbo, goleado por cualquiera que se vista de corto y sin saber nadie, ni los jugadores, ni el entrenador, ni los aficionados, ni los gestores, ni los regentes -el armador, como no está, no siente ni padece- qué ocurre. Sólo sufriendo la paupérrima imagen que, jornada tras jornada, se viene dando -no nos olvidemos que el día del Numancia, el resultado pudo ser, muy bien otro- y la Liga va avanzando y llenando de inquietud una afición que es el mejor aval.

El histórico Sabadell, aquel equipo arlequinado que decía Matías Prats y único en España que llevaba la camiseta con grandes cuadros ajedrezados -ahora son muchos los que asumen la imposición del diseño-, no es, en la actualidad, ni una sombra de lo que fue. Es, por el contrario, un conjunto más del gran montón de esta categoría. La Creu Alta no era, ni mucho menos, Old Trafford, ni el conjunto catalán el Brasil de Pelé. De allí se podría obtener alguna renta sin excesiva dificultad, pero para eso era necesario un equipo de fútbol, no una pantomima donde todos tienen mucho que hacer, mucho que decir y mucho que jugar. Estamos muy al principio, pero el Xerez asusta, los jugadores deambulan; el del banquillo, gesticula y nada más; los directivos sólo se sientan en el palco y el dueño… el dueño no está. ¡Ése sí que sabe!

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