HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Palabras ociosas

31 de julio 2010 - 01:00

EN el día de la memoria de san Ignacio, hoy, qué mejor homenaje que recordar sus Exercicios: "No decir palabra ociosa, la qual entiendo, quando ni a mí ni a otro aprovecha, ni a tal intención se ordena." Nos hemos acostumbrado a las palabras ociosas a fuerza de repetidas: la democracia tiende a la incontinencia verbal por su propia naturaleza y a una especie de verborrea que llena de palabras vacíos conceptuales. Si contamos con ello, no hay peligro irreversible; pero los mal avisados pueden pensar que la causa de no entender a sus representantes es porque son muy inteligentes y cultos y hablan un cuidado lenguaje. Todo lo contrario. Apenas dicen algo, si logramos traducirlo, que merezca la pena tenerse en cuenta. Hablar en algarabía para ocultar, hablar con eufemismos para aparentar; hablar para dar que hablar, hablar por hablar. En una sociedad natural y jerárquica, que es lo mismo, la charlatanería, sobre todo en los hombres, pero también en las mujeres, estaba mal vista.

Las palabras ociosas no son malas en sí, embrollan y hacen perder el tiempo sin provecho, lo que advierte san Ignacio: "De suerte que en hablar para todo lo que es provecho, o es intención de aprovechar al ánima propria o agena, nunca es ocioso; ni por hablar algunos cosas que son fuera de su estado, así como si un religioso habla de guerras o mercancías." Son ociosas, pero no siempre inocentes: si a una guerra le llamamos 'misión de paz', al aborto 'salud reproductiva' y a la basura 'residuos sólidos urbanos', por poner unos ejemplos entre los muchos que podríamos escoger, estamos interfiriendo en el pensamiento ordenado de quienes nos oyen, y, cuando hay desorden mental, es fácil poner al pueblo menudo en peligro para nuestra conveniencia. Desconfiemos, pues, de las expresiones sobre asuntos sencillos necesitadas de interpretación, sin que las entendamos de principio. Algo esconden. Y no bueno.

Con el propósito de proteger a las almas pusilánimes o atribuladas, prontas a caer en el hechizo de los charlatanes, insiste san Ignacio: "Mas en todo lo que está dicho hay mérito en bien ordenar, y peccado en el mal enderezar o en vanamente hablar." Luego se detiene un momento en avisar contra las palabras "de infamar o murmurar", mal ejemplo que recibimos a diario de una clase política que debería ser modelo de moral y virtudes cívicas. Mucho antes avisó san Pablo: "Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen." Todas estas amonestaciones vienen a cuento por la confusión popular entre clase política y clase dirigente. No es lo mismo: la clase política es la que nos gobierna, o nos puede gobernar, y la dirigente es la que nos educa con claridad y sabiduría. Con sus excepciones, se repelen ambas y rarísima vez hay trasvase de una a otra.

stats