HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

El Papa y el arte

La progresía anticuada criticará en España a Benedicto XVI por haber recibido a 250 artistas para hablarle de que el arte obsceno y provocador es de mal gusto y puede herir a personas de fe. No sabemos si el Papa habrá dicho también que la obscenidad es compleja de definir, porque el concepto cambia con los tiempos y los museos y las catedrales están llenos de arte que podríamos calificar de obsceno, aunque en la mayoría de los casos sea sólo erótico. Un arte que no molesta al visitante de gusto porque los pintores renacentistas, por ejemplo, cuando recreaban escenas de mitología clásica se detenían un paso antes de la pornografía. Hay mucho erotismo en el Vaticano y en los retablos de las iglesias de toda la cristiandad. La provocación con deseo de escándalo o de herir sí es reprobable por fácil de conseguir y por ser, además, un recurso de los artistas sin talento para molestar a gente sin demasiadas luces. Muy sencillo.

Hay quien se indigna con la provocación en el arte, pero una persona culta no debe indignarse jamás para no darle satisfacción al provocador. Si sabemos que alguien intenta provocar, no provoca. Los artistas deben usar el talento para asombrar, emocionar, atraer, despertar la curiosidad y potenciar los sentimientos artísticos de quienes saben apreciar el arte sin ser capaces de crearlo. La provocación de moda está relacionada con el cristianismo porque el mundo civilizado es mayoritariamente cristiano, y en el mundo civilizado todo está sujeto a la crítica y al análisis. Lo sagrado es lo más fácil de satirizar y parodiar y por esa vía llana y rentable han cogido novelistas, pintores, escultores y directores de cine. Pusilánimes y almas de fe insegura se sienten agraviadas por el mal gusto y la propia Iglesia comete la torpeza de protestar, dándoles fama y dinero a los artistas de corta imaginación.

Los papas han sabido mucho de arte desde antiguo y el patrimonio artístico de la Iglesia Católica no tiene rival. Hubo un cierto rechazo a las Vanguardias (ya con mayúsculas y como un clasicismo más), pero no de la Iglesia como institución sino de los fieles, porque, como se decía entonces, quitaba la devoción, no le ponía alas al alma para elevarla. Pero también el mundo está lleno de iglesias horrendas que los cristianos han acabado por aceptar. Lo curioso de este asunto es que la 'valentía' de los artistas se manifiesta contra el catolicismo en particular. Las tímidas burlas al Islam han terminado en conflictos diplomáticos, iglesias quemadas, cristianos perseguidos y muertos, bombas en las salas de arte y amenazas de muerte a escritores y artistas. El cristianismo, base de la cultural occidental, encaja bien las bromas. Los artistas valientes y provocadores deberían zaherir igualmente al Islam para que los musulmanes se vayan acostumbrando al espíritu crítico y moderno de Europa, que es donde han decidido vivir.

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