Eduardo Jordá

Paz

En tránsito

Con Zapatero, la mermelada ideológica se coló para siempre en la vida política, y Bosé puso de moda el "derecho a la paz"

06 de julio 2022 - 01:36

Las tres hermanas de Kafka -Elli, Valli y Ottla, la favorita- murieron en campos de exterminio en Polonia. Su antigua novia, Milena, que no era judía pero militaba en la resistencia antinazi, también murió en un campo de concentración. Otra novia, Julie, también desapareció en los campos. Y lo mismo les pasó a buena parte de los condiscípulos de Kafka. Y si alguno se salvó, fue porque tuvo la suerte de escapar a Palestina -como hizo su amigo Max Brod- o bien porque logró huir a Inglaterra, como le pasó a la última pareja de Kafka, la gran Dora Dymant, que se salvó por los pelos y logró llegar a Londres casi en el último minuto. Lo que les pasó a todos ellos es inconcebible -no hay conciencia humana que pueda asimilarlo-, pero lo más curioso de todo es que ninguno podría haber imaginado, dos o tres años antes, que iba a pasar justamente lo que acabó ocurriendo. Nadie -me juego lo que quieran- habría imaginado que fuera posible que ocurriera lo que ocurrió muy poco después. Pero ocurrió, vaya si ocurrió.

¿Por qué cuento esto? Porque acabo de leer que sólo el 31% de los españoles estaría dispuesto a contribuir a la defensa armada de nuestro país en caso de guerra. Lo dicen los resultados de una encuesta reciente, realizada cuando ya todo el mundo conocía a fondo lo que está ocurriendo en Ucrania. En Ucrania, por cierto, casi nadie se podía imaginar hace un año -¡un año!- que casi todos los varones en edad militar -y no pocas mujeres- estarían combatiendo en primera línea con un arma en la mano. Si les hubieran consultado hace un año, esos soldados y voluntarios habrían dicho que no se imaginaban jamás teniendo que luchar por su país. Pero luego las cosas se torcieron, y llegó la invasión rusa, y bueno… ya sabemos lo que vino después.

No sabemos hasta qué punto es fiable esta encuesta, pero algo me dice que es muy fiable. En los años de Zapatero, cuando la mermelada ideológica se coló para siempre en nuestra vida política, Miguel Bosé puso de moda su exigencia del "derecho a la paz". A nadie se le ocurrió que el derecho a la paz es una falacia sentimentaloide que nadie -nadie- está en condiciones de garantizar porque no depende de uno mismo sino de sus posibles enemigos, que pueden tener motivaciones muy diversas y muy oscuras. Sólo una sociedad desconectada por completo de la realidad puede llegar a pensar algo así. Pero así estamos.

stats