Dentro y fuera

Fermín Lobatón

Pepe Álvarez

21 de abril 2016 - 01:00

NO hace mucho nos llegó la noticia del fallecimiento en Madrid de José Álvarez Ruiz. Quienes lo recordemos en Jerez será, sin embargo, como Pepe Álvarez, que fue, entre otras muchísimas cosas, profesor. Esa sola condición merecería dedicar unas líneas a su memoria, pues esa profesión no es nunca suficientemente reconocida. Él enseñó Lengua y Literatura en el Colegio del Pilar, pero también más cosas y en más sitios, dada su incomparable condición de hombre inquieto y, si me apuran, buscavidas. Su recuerdo va mucho más allá de sus clases. Por edad pertenecía al ámbito de mis hermanos mayores, pero ello no me impidió trabar conocimiento y amistad con él, porque su actividad trascendía las aulas. Fomentaba en su alumnado cosas tan extrañas, y nada fáciles, en aquel tiempo, como la publicación de revistas, y hasta disponía de ese artefacto llamado multicopista (suena arqueológico, ¿verdad?), que cedía generosamente para imprimirlas. La polifacética condición de Pepe abarca lo que iría desde el emprendedor al agitador cultural, si seguimos la terminología al uso hoy día. Lo mismo fundaba una academia que creaba una editorial o abría una librería. En la calle Corredera estaba la suya, DH se llamaba, en alusión a los Derechos Humanos, que aunque aprobados en 1948, eran unos perfectos desconocidos veinte años después en aquella España oscura. Allí creo que adquirí mis primeros libros de Freud o de León Felipe. Esa devoción suya por los libros nunca decayó. Una vez que lo encontré me habló de sus incunables y de los miles de volúmenes que acumulaba su biblioteca. No hace mucho le comentaba a mi hermano Paco, que fue el último de nosotros que lo vio, su deseo de donarla. Antes de dejarnos, y aún enfermo, acudía semanalmente a un centro de mayores a programar música clásica. Allí se le rindió hace una semana un emocionante homenaje con las cosas que él amaba, la música (su esposa Ana Páez en el coro) y la palabra. Descanse en paz.

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