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Víctor J. Vázquez

vvazquez@us.es

Política exterior

Se explica sola la imprudencia de comprometer la palabra de España antes de que esta supiera nada

La Constitución determina que es sobre el Gobierno sobre quien recae la responsabilidad de dirigir la política exterior. El término usado, política exterior, tiene unas connotaciones claras, y es que se asume que la dirección del Estado, más allá de sus fronteras, no es una acción neutral, sino que tendrá siempre una orientación ideológica, razón por la cual es el Gobierno, órgano constitucional que encarna lo político, el titular de esta. En definitiva, la política exterior no son automatismos, sino que es necesario tomar decisiones sobre criterios de oportunidad. En cualquier caso, la propia Constitución también deja claro que, allí donde el Estado español haya de adquirir compromisos internacionales, es necesario el concurso de las Cortes Generales, bien para autorizar dicho compromiso, o bien para ser inmediatamente informadas y así poder controlar eficazmente en este ámbito la acción del Gobierno. El sentido del concurso de las Cámaras es evidente. Pese a que la política exterior es responsabilidad del Gobierno, los compromisos adquiridos por este comprometen al Estado y delimitan el propio ámbito de acción de gobiernos futuros. La participación del Parlamento, por lo tanto, transforma la política gubernamental en política de Estado y da así credibilidad y coherencia a la acción exterior del país.

La vecindad con África, la posesión de ciudades en territorio africano y la responsabilidad con la antigua provincia española en el Sahara Occidental hacen de la relación con Marruecos el ámbito de acción más delicado de nuestra política exterior. Corresponde al Gobierno determinar en cada momento cuál ha de ser aquí dicha política. No obstante, si se considera que es necesario abandonar la posición del Estado español en este ámbito para abrazar el proyecto de autonomía propuesto por Marruecos "como la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso", esto exige no ya la previa discusión en el Consejo de Ministros, sino, ante todo, una comparecencia parlamentaria en la que se fijen las razones y se exteriorice el apoyo para el cambio de rumbo de la política exterior del Estado. Nada de esto se ha producido, no obstante, nuestro presidente aseguró por escrito que "España siempre cumplirá sus compromisos y su palabra". Se explica sola la imprudencia de comprometer la palabra de España antes de que esta supiera nada.

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