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Descanso Dominical

Recordatorios de Comunión

Los nervios se confunden con la impaciencia y la ilusión en un día muy grande para cualquier familia cristiana

Con muy poco esfuerzo seguro que puedes ver la iglesia donde hiciste la Primera Comunión, el lugar al que fuisteis después a celebrarlo, la tarta, los abuelos, los primos… Últimamente me van cayendo encima, como fichas del Tetris, los recortes de ese día, que, en la vida de una personita de ocho o nueve años y en la de su familia y entorno más cercano es, no cabe duda, un acontecimiento que se quedará grabado para la posteridad. Más ahora que cada teléfono guardará una kilométrica colección de imágenes del evento con una inmediatez que ni nos imaginábamos cuando tenías que esperar un lustro para que te llegara el reportaje o para recoger en Quirós o Foto Centro Bernal un carrete que, en el mejor de los casos, te garantizaba la friolera de treinta y seis fotos, eso sí, a todo color.

De mi Primera Comunión recuerdo, así de repente, el zurriagazo que se metió mi primo Miguelote, que se abrió la frente contra un escalón a las puertas del bar donde la celebramos. Fue en la calle Velázquez, junto a la Piscina Cubierta, en el mítico Camino del Rocío (estaba predestinado), donde ya triunfaba Manolo Lugo hace cuarenta años. El jersey de pico que me puse o me pusieron podría haber sido de una tallita más y las gafas que adornaban mi cara redonda de luna llena me hacían parecer un contable de los antiguos. De eso no me acordaba, pero lo he visto repasando el álbum que conservo con las fotos de Juan Carretero, uno de esos álbumes que ojeas un día, después de muchos años, y que, como si fueran el DeLorean de la película, hace que regresen al futuro las imágenes de tu abuela, la tía Margara o tus padres exultantes de felicidad.

Ahora sé qué había exactamente tras las sonrisas y el brillo de los ojos, ahora sé cómo se sentían ellos, porque hoy, 30 de abril de 2023, casi cuatro décadas después, es mi hija quien hace la Primera Comunión y todo vuelve a empezar. Los nervios se confunden con la impaciencia y la ilusión en un día muy grande para la familia, un día grande para cualquier familia cristiana. Y lo que esperas es que la fe guíe su camino, que el Señor y la Virgen la protejan siempre y que siga siendo la niña más feliz del mundo. Que siga siendo ella, que no escatime en diversión ni en alegría, que recoja y exprima todas las vivencias de hoy, que serán esos recuerdos de mañana.

También esperas, dicho sea de paso, que tu primo Miguel no se pegue otro guarrazo, que un golpe de esos, cumplidos ya los cuarenta, te deja ahí hecho un gurruño. Y tú ¿qué recuerdos tienes de tu Primera Comunión?

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