¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
Ahora, como hace tantos años, cada vez que la luna me muestra, en su cielo huérfano de la luz de un sol que adivina pero del que no goza, el final de la Semana de Pasión; siempre, como desde hace tantos años, paro mi corazón por unos momentos y mi mente por unas horas. Detengo mi sentir, sutil y efímero, para tratar de ahondar en ese abismo de pasiones -a veces puras, a veces miserables- que nos hacen, a los hombres, ser como somos; no, "lo que" somos; pero si, "como" somos.
Desconozco el origen histórico del génesis de las cofradías. Ignoro el cuando, el como y el porqué, de ese primer momento en el que algunos se unieron para dar luz a lo que, con el paso del tiempo, sería una muy peculiar, trascendente y significativa, manifestación del sentir de gentes hermanadas por la fe, enlazadas por la devoción, atadas por la esperanza.
No sé cuales fueron las circunstancias, ni las ilusiones, ni los temores o los anhelos, de aquellos que quisieron, supieron y pudieron, dar forma a ese sentir que marcaba parte de sus vidas; puede que eso no sea importante pero, en cualquier caso: loor y reconocimiento a ellos.
Puedo suponer, y no creo equivocarme, la generosidad sincera, la ausencia de interés material alguno y la honestidad profunda, que adornó los espíritus de todos aquellos que empeñaron una parte importante de sus vidas, en hacer realidad una fantasía por largo tiempo soñada.
Quiero imaginar el incontable número de dificultades, la inconmensurable magnitud de obstáculos e incomprensiones, la avasalladora cantidad de detractores, con la que los precursores de lo que hoy conocemos como "pasos" o procesiones de Semana Santa, hubieron de encontrarse y tuvieron que saber sortear; y, a pesar de todo -ellos y nada más que ellos-, lo consiguieron. Hoy, en toda la plenitud que la Semana Mayor ha conseguido, podemos dar fe de ello.
Lo que también desconozco, es cuando la Iglesia de Roma comenzó a apropiarse, como si de algo que sólo a ella perteneciese, de la iniciativa. Lo que también ignoro, es cuando "lo" católico, apostólico y romano, logró imponerles su disciplina y exigirles el acatamiento absoluto, como es costumbre de "la casa", de sus normas, como si de algo de su exclusiva competencia se tratase.
Lo que tampoco sé, es porqué antes, al igual que hoy, el afán de protagonismo de muchos dirigentes de una religión, que han logrado convertir en excluyente, se impone incluso a la buena voluntad de los descendientes de aquellos que hicieron posible esta gran manifestación de sentir humano, "pecador" si quieren, que es la Semana Santa.
Lo cierto y verdad es que, la Iglesia de Roma, en lugar de reconocer a boca llena la labor de apostolado, de caridad, de formación, de humanidad y de entrega, que las cofradías o hermandades llevan a cabo, en un muy amplio sector de la población, durante todo el año, no sólo durante la Semana Mayor, en vez de apoyar -de verdad, no de boquilla- y alentar la labor que llevan a cabo todos estos cofrades desinteresados y entregados, en lugar de poner todo lo que en su "santa" mano -que es mucho- está para hacer más fácil la encomiable tarea que toda esta buena gente realiza; en vez de eso, no cesa de poner pegas a su desarrollo, de alterar y complicar su funcionalidad, de atosigar su desenvolvimiento con una normativa cada vez más implacable y obsoleta, de incordiar por incordiar: prohibiendo, regulando, "ordenando", requiriendo, hostigando, exigiendo, disciplinando y todos los "andos" que les quieran ustedes añadir, a quien no deberían sino agradecer, con íntima sinceridad y profundo respeto, la ejemplaridad de unas costumbres que, asumidas por propia voluntad, marcan, para bien de muchos y perjuicio de nadie, el día a día des sus vidas y de los que les rodean.
Esa, y no otra, es la diferencia: sentimiento, el de los que con su esfuerzo, generoso y desinteresado, logran hacer realidad una ilusión; interés: el de muchos de los integrantes de una institución, muy alejada ya de los principios que le dieron la vida, perdidos en terrenales y vanos intereses.
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