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EL proceso que Pedro Sánchez ha iniciado merecería la pena ser transitado si tuviese otra mayoría y si no estuviéramos saliendo de una rebelión política que aún no ha cesado. Y si el fondo, la intención del presidente, no sólo fuese la de mantenerse en Moncloa casi a cualquier precio, incluido la de perder el sueño. Una reforma de estas características, que es constitucional con o sin cambio del texto, necesita de amplios consensos y ni Casado ni Sánchez están dispuestos a ello. Lejos de eso, el presidente sigue ahondando en lo que le separa de la derecha, por eso atacó de modo gratuito a la Iglesia y anunció dos nuevas conmemoraciones: un día para las víctimas del franquismo y otro para el recuerdo de los exiliados del régimen.
Partimos del hecho de que la Segunda República fue el régimen democrático frente al otro, el alzado, que carecía de legitimidad, pero siendo esto cierto ya es hora de que esta democracia reconozca a todas las víctimas de la represión política en los dos bandos de la Guerra Civil. La ilegitimidad de unos militares rebeldes no blanquea los asesinatos en territorio republicano ni justifica la desmemoria de éstos porque el franquismo sólo homenajease a los suyos durante cuatro décadas. Borrarlos del calendario de esta democracia es una venganza. Injusta y, además, estúpida.
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