Segundo L. Pérez López

La acogida, un valor en auge (y II)

Mundología jacobea

Segundo L. Pérez López, delegado de Peregrinaciones del Cabildo de la SAMI.
Segundo L. Pérez López, delegado de Peregrinaciones del Cabildo de la SAMI.

27 de octubre 2021 - 08:15

Tres claves para la acogida

La acogida exige que uno esté atento incesantemente al corazón del otro. La experiencia de sentirse

o no acogido está relacionada con diferentes variables. Hay una acogida espacial, una acomodación

al universo del lenguaje y una acogida en la intimidad del corazón.

El espacio acoge

Hay espacios pensados para el que llega, no solo para el que ya estaba. Hay personas que piensan,

al diseñar los espacios, en quién los va a usar, en sus características especiales, en su estado

emocional al llegar, en su desorientación inicial. Es el criterio de la empatía el que ha de regir la

preparación de los espacios, de modo que se inspira simetría en la relación, disposición al diálogo y

a la comunicación confortable(1).

En condiciones pensadas a la medida de la persona hospedada, es más fácil reforzar la confianza en

que cualquier síntoma que produzca displacer va a ser atendido, tratado, con el deseo de procurar la

mejor acogida posible, experimentada por la eliminación de los sufrimientos evitables. Y es que la

persona aparece ante nosotros como un país extranjero que hay que descubrir.

El lenguaje acoge

Si el espacio invita a experimentar que se ha pensado en las necesidades del que llega, la escucha y

el lenguaje utilizado muestran si a uno le acomodan o si es uno el que tiene que acomodarse. Un

lenguaje comprensible, a la medida del estado emocional en que se está, no especializado o

incomprensible por demasiado técnico, es el que transmite acogida.

El diálogo es, en el fondo, el camino más directo para facilitar la liberación en el crecimiento

personal.

No habrá palabra oportuna y hospitalaria si no está profundamente arraigada en la gran clave de la

acogida, que es la escucha(2).

Sentirse escuchado, comprendido en el mundo de los sentimientos, ser captado en la emocionalidad con que uno vive, ser visto con el ojo del espíritu, son frutos de la acogida. Entre el anfitrión y el huésped, el juego de miradas revelará la calidad del contacto (visual) que estamos dispuestos a tener, la calidad de la comunicación que pretendemos desplegar en la acogida.

El corazón acoge

Sentirse acogido en el corazón tiene que ver con esa experiencia de confort emocional que uno hace

cuando experimenta que lo más íntimo es también observado, contemplado, no juzgado y entrañablemente cuidado por el que acoge. Y es que, el corazón también tiene heridas que esperan ser vendadas(3) con las vendas de la mirada, con la palabra y el tono calibrados adecuadamente, con la proximidad generada por todos los sentidos transformados en terapia eficaz para la enfermedad de la exclusión o del sentirse foráneo en el mundo.

1 Cf. J. C. BERMEJO, El arte de sanar a las personas. Entre el counselling y el coaching, Sal Terrae,

Santander, 2013, 67

2 C. GÓMEZ, La relación de ayuda en el ámbito pastoral desde la perspectiva humanista: una aproximación,

en “Compostellanum” LXI (2015) 171 – 206

3 Cf. FRANCISCO, Misericordiae Vultus. Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia,

Santa Sede, 2015, nº 18

La acogida no se puede imponer por imperativo legal, sino que se circunscribe a la lógica del

corazón. Igual que Jesús, somos llamados a acoger incondicionalmente manifestando la

misericordia de Dios(4).

La empatía

La empatía es una de las expresiones más claras de la acogida. Por empatía entendemos la

capacidad de comprender los pensamientos, emociones, significados del otro. Pero no basta con

comprender al otro si uno no es capaz de transmitírselo. Por consiguiente, hay dos momentos

inseparables: un primer instante en el que el que acoge es capaz de interiorizar la situación

emocional del otro y un segundo instante en el que el primero le da a entender al segundo esta

comprensión. Somos empáticos no por lo que decimos, sino por lo que observe el interlocutor,

porque, en efecto seamos comprensivos y tolerantes.

Cada vez más se va matizando el concepto de empatía, subrayando la diferencia con la simpatía,

con la que frecuentemente se confunde. Se distingue también entre empatía y simpatía o compasión

y entre empatía e intuición. Mientras que la empatía es la capacidad de entrar en la experiencia de

otra persona y comprender cogniciones, significados y emociones y transmitir comprensión, la

simpatía o compasión es la capacidad de compartir los sentimientos de otro y ser afectado por ellos,

y la intuición es la capacidad de entender un tema entrando en el otro(5).

Para este tipo de relación de ayuda el agente de pastoral tendrá que ser capaz de proyectar en sus

diálogos una profunda aceptación incondicional, una respuesta empática y compasiva y una clara

apertura a su experiencia interna. En una relación de ayuda quienes sufren o están afectados por

cualquier situación problemática pueden acceder más plenamente a su Yo, y además de obtener un

conocimiento mayor de su realidad, alcanzar mayores cotas de madurez personal y perspectivas de

superación. A esta tarea se nos convoca a todos los que descubrimos la vocación de servir a los peregrinos.

4 J. A. PAGOLA., Rasgos de la acogida de Jesús, Santander 2014, 26

5 D.M. BERGER, L’empatia clinica, Astrolabio, Roma 1989, 13

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