Casualmente me toca escribir esta columna un día muy especial en la historia de la democracia española. Hoy se cumplen 40 años de las primeras elecciones municipales. El domingo pasado, los compañeros Emilio Cañas y Ana Villegas hacían, en este diario, un interesantísimo repaso de cómo fueron aquellos días en la conformación de un gobierno de "concentración" en Jerez. Muchas cosas han cambiado desde entonces, para bien pero también para mal, y una de ellas es lo denostada que está ahora mismo la política y la pérdida de algo tan importante, entre el electorado, como es la ilusión de votar conforme a sus ideas y no como consecuencia del hartazgo. Se cumplen 40 años de la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos, con un votante cansado de las disputas absurdas, alejadas de sus problemas.

Muestra de cómo está la clase política en nuestro país es que sean, precisamente, personas ajenas a ésta las más buscadas como gancho para las próximas citas electorales. Es también digno de reflexión que la configuración de las listas para las europeas le reste el valor que tienen, siendo el retiro ideal, con algunas excepciones, para aquellos de los que se quiere prescindir sin hacer ruido. Europa se halla sumida en una de sus mayores crisis como consecuencia del Brexit, la primera vez en su historia que un estado decide marcharse, con todo lo que ello conlleva para la economía de nuestra provincia; una crisis migratoria como jamás vivida desde su constitución, siendo Cádiz una de las principales puertas de entrada; o una desaceleración que amenaza con una nueva crisis, mientras desaprovechamos los fondos ITI, el dinero otorgado por Europa para sacar a la provincia adelante. Todo ello, con una transformación digital que avanza a velocidad de vértigo y que Bruselas ha situado entre sus prioridades ante la urgencia de unificar criterios. Y todo ello sin olvidar que es en Europa donde se toman las decisiones. 40 años después, con tres citas electorales por delante, al votante lo que le preocupa es poder dormir tranquilo sin miedo a despertarse, porque si a su país le va bien, a él le irá también bien.

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