Artes y oficios

18 de agosto 2025 - 08:22

Este verano se me amontonan los estropicios. Y no hay manera de repararlos. Tengo mi par de mocasines veraniegos en la zapatería desde principios de julio. Mis dos vespas viejas están en sendos talleres y en ambos me dicen que «lasciate ogni speranza», no porque las vespas sean italianas, sino porque no hay mecánicos. No encuentro quién arregle un jarrón que la perra tiró al suelo: ya nadie pone lañas. Se estropeó el aire acondicionado y los técnicos no pueden venir… hasta octubre.

Que yo tengo mala suerte salta la vista, pero hay que estar ciego para no ver que también el ecosistema de las artes y los oficios está arrasado. El peso fiscal y burocrático que se ha echado encima de los autónomos los aplasta. Tampoco ayuda que los políticos falsifiquen currículums para darse pisto. No se aplaude la obra bien hecha, la palabra cumplida y el pundonor laboral. También se está perdiendo la transmisión familiar del oficio, en parte por el desprestigio de la paternidad.

Me contaba un señor que, cuando llegó a su trabajo hace muchos años en una gran institución pública, le sorprendió el nepotismo. No podía protestar de ningún ebanista delante de otro, porque sería su padre, su tío, su hermano o, en el más lejano de los casos, su primo. Pasaba igual con los tapiceros y los pintores. Eso le escandalizaba, hasta que se acabó. Los que sacaban las oposiciones llegaban mucho menos preparados. No habían tenido a un padre para enseñarles y exigirles el honor de la profesión.

Urge campaña a favor de los oficios tradicionales. Son hermosísimos. Y no hay desdoro social, por tres razones. Primero, porque la dignidad del trabajo es transversal. Segundo, por lo del poderoso caballero. Es el dinero el primer marcador social y un buen artesano o mecánico o reparador o fontanero va a ganarlo a base de bien. En tercer lugar, lo que da las buenas maneras de la inteligencia, como decía Marcel Proust, ese experto, es la lectura. Estamos rodeados de titulados universitarios brutísimos y, además, soberbios, valga la redundancia. Un trabajador con intereses culturales, sentido del humor y sus buenas facturas se va a comer un mundo en el que la IA se comerá muchos trabajos intelectuales.

Yo estoy por defender también los trabajos intelectuales. Estoy por defenderlo todo; pero hoy tocan los oficios. El joven que les tenga gusto tiene un espléndido futuro por delante. Y hará un enorme bien a su comunidad. Lo digo por experiencia, iba a decir, pero lo digo, en verdad, por desesperación y esperanza.

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