Tribuna cofrade

Susana Esther Merino Llamas

Destino: Basílica de la Merced

Destino: Basílica de la Merced

Destino: Basílica de la Merced / Manuel Aranda (Jerez)

Sí señores, hoy nos vamos de procesión. Hoy, 24 de septiembre, nuestros pasos tomarán, tras distintos puntos de nuestra ciudad, el rumbo hacia donde lo suelen hacer cada festividad de Nuestra Señora de la Merced. Pero en esta ocasión, y debido a lo que casi sobra mencionar,  con una peculiaridad y una impronta única. Normalmente, tal jornada como la que estamos viviendo, nos dirigíamos hacia el claustro del convento mercedario, para organizar, cada cual con su corporación y con los respectivos guiones, varas y estandartes, la solemne procesión para acompañar a la Amantísima Patrona por su transitar por cada calle y cada recoveco de ese Jerez que desea cruzarse con su enigmática mirada año tras año.

Sin embargo, lo que este día acontecerá será un acto de amor mutuo y sin límites. Y es que como bien apuntaba, como siempre de un modo magistral, el Comendador de la Comunidad Mercedaria de Jerez, Fray Felipe Ortuno, este año sí habrá procesión, aunque con un matiz como contrapunto de lo que conocemos como tal porque se tratará de una procesión interior. Ella, la Santísima Virgen, la que es Reina y Madre de todos los jerezanos, nos abre esta tarde desde las 19 hasta las 22 horas las puertas de su casa de par en par para que ninguno de sus hijos quede sin poder ofrendarle, además del vergel de nardos que a buen seguro florecerá ante sus morenas plantas, esa oración callada, esa súplica y esa gratitud que guardamos en lo más recóndito del cofre de nuestra devoción. Es cierto lo que ahora estarán pensando, al igual que yo, y con todo el peso de la razón. Que nada es igual sin los acordes que hoy les toca dormir sobre las partituras…sin el aroma del incienso como antesala al transitar de la Señora…sin las manitas inocentes de los niños lanzándole blancos besos a la efigie de la que los protege con la Misericordia de su manto… sin la luna de plata derramándose sobre su majestuoso templete al caer la noche… sin la calle que ‘ronea’ llevando su nombre cuajada de algarabía cuando estamos a punto de santiguarnos (algunos hasta el año próximo)… sin…

Pero, como también, y tan bien nos ha ido desgranando en la oración de la Salve con su buen hacer el Padre Fray José Anido en la predicación del novenario, aunque ahora nos toque vivir “en este valle de lágrimas” como consecuencia del mal que está azotando a la sociedad en tantos sentidos, lo que debemos tener más claro que nunca es que Ella, la nueva Eva, Nuestra bendita Madre de la Merced, nunca nos soltará de la mano ni apartará su dulce mirada de Madre buena de ninguno de nosotros.

Así que no lo olviden. Nos aguarda un rostro de azabache, perdón, dos, porque también nos espera el de su Hijo, Redentor de Cautivos y Redentor del mundo, donde, desde el primer golpe de vista, se acunan nuestras alegrías y penas, nuestra risa y nuestro llanto, en definitiva, nuestra vida entera.

Para ello, ya lo saben. Hoy, único y principal destino: La Basílica de la Merced.

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