El ataque de los 'offendotrons'

Se usa el escándalo por las hemerotecas como una especie de derecho de veto de lo políticamente correcto

Disculpen que use el neoanglicismo "offendotrons" para referirme a lo que tiene su palabra en español: "ofendiditos". La palabra española les tomó la medida, pero la palabra inglesa tiene un sesgo robótico, de película distópica, que hoy, que vamos a hablar de un autor inglés, nos viene que ni pintado.

Sir Roger Scruton está sufriendo el ataque de los offendotrons. En la Universidad de Birkbeck, donde fue profesor, lo vio venir. En la institución, célebre por sus posiciones izquierdistas, se decía que el único de derechas era Scruton, exceptuando a la señora del comedor. Publicar entonces un libro tan cáustico como Pensadores de la nueva izquierda (1985) le hizo el ambiente irrespirable, y acabó renunciando a su puesto. Años después, declararía: "Mereció la pena sacrificar las opciones de convertirse en un vicerrector o en un profesor emérito por el simple alivio de musitar la verdad".

Ahora lo han nombrado presidente (sin sueldo) de la comisión "Building Better, Building Beautiful", que evaluará la belleza de los edificios. Y se ha desatado la tormenta. Quieren que dimita porque se han puesto a bucear en sus opiniones de decenas de años y han encontrado algunas que no les gustan. La defensa de un portavoz del Gobierno ha sido espléndida: "Intelectual en el debate público durante tantos años, Scruton tiene opiniones contundentes sobre un buen número de asuntos".

En este caso hay una paradoja. Afean a Scruton que haya dicho que la homofobia y la islamofobia son constructos para acallar a los críticos y meter en el mismo redil a todos. Le afean que avisase que se lo afearían. Aunque quizá lo que menos le perdonan es la sorosofobia, porque en una conferencia en Hungría no habló bien de Soros, magnético magnate mistérico. Qué horror.

Scruton no cederá, como no cedió el juez Kavanaugh. Es importante, porque se está convirtiendo en un procedimiento administrativo. Cuando se nombra a alguien para un puesto que no gusta a la progresía, ésta rebusca e inventa un escándalo, como un derecho de veto mediático. Podríamos llamarlo "heterofobia", pero mejor desactivarlo con desdén. Por lo pronto, Scruton ha prometido que va a publicar un fichero con todas sus opiniones polémicas para evitarles a sus críticos el trabajo de leer, que tanto les cuesta, y facilitarles que se sientan bien luchando por sus ideales con la máxima facilidad. Yo también estoy deseando leer ese archivo.

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