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LA trayectoria bailaora de la sevillana Isabel Bayón ha tenido un orden natural. Alumna siendo muy niña de Matilde Coral, seguidamente tuvo distintos maestros y maestras desde Manolo Marín a Merche Esmeralda, además de obtener a los dieciséis años el título de danza española, pasando por los conservatorios de Sevilla y Córdoba., mientras hacía incursiones en diversos escenarios, entre ellos el tablao Café de Chinitas madrileño, incluso en el Teatro San Fernando de su ciudad natal, presentada por el mismísimo Antonio, mereciendo por su triunfo ser contratada para participar en los festivales andaluces y viajar a Japón, donde fue recibida con cerrados aplausos.
Volvió en la década de los ochenta a los escenarios españoles, interviniendo en los acontecimientos más importantes del género por toda la geografía española. Así como en coliseos de Europa, formando parte de distintos espectáculos, como el titulado 'A contratiempo', junto a Manolo Marín, con quien también baila en 'Azabache', en 1992. Después, figuraría en el elenco de la Compañía Andaluza de Danza, dirigida por Mario Maya, para más tarde bailar con Javier Barón, en las obras 'Escena flamenca' y 'Arrieritos'. A reglón seguido hay que reseñar su éxito en la función 'Huellas de la Argentinita', presentada en el sevillano Teatro de la Maestranza.
A partir de entonces se inician sus más importantes coreografías: 'Del alma' y 'La mujer y el pelele', con las que recorre los más significativos festivales. Ahora, lleva a los carteles 'La puerta abierta', estrenada en 2005. Y esta noche la presenta en el Festival de Jerez, sobre las tablas del Teatro Villamarta. Es un montaje tan simbólico como sencillo en su decoración y desarrollado con sentido tradicional. Isabel Bayón pone de manifiesto sus dotes artísticas a lo largo de su duración, bailando como ensimismada con la guitarra y los cantes, destacando en su repertorio dos pasajes singulares: se deleita con la milonga, vestida a la manera de Gilda, y en un pasodoble jacarandoso. Y siempre bailando con sutil mecimiento, con un braceo sinuoso, con quiebros pintureros y sensualesý Isabel Bayón vive un momento álgido en su arte, llegando a mezclar alegrías y martinetes cuando suena la voz grabada de Tía Anica La Piriñaca, revelando tanto su majestad como su gracia a raudales. Es un montaje original y nos indica que desde la tradición el flamenco puede tener la puerta abierta a los más imaginativos logros estéticos.
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