
Jerez Íntimo
Marco Antonio Velo
De Jerez a Bolonia: las pirámides de la familia Rodríguez
NOTAS AL MARGEN
EL Gobierno termina el curso acorralado por la corrupción y el caos de los trenes y el gran apagón y sus socios dándole la espalda en el Congreso. Sentenciado, pero vivo. A Sánchez algunos lo llaman Pedro el Afortunado porque cuando se enfrenta al abismo, siempre encuentra un salvavidas. El último le ha llegado como un enorme banco de niebla llamado Montoro. Una niebla tan espesa como la que libró de una muerte segura al capitán Jack Aubrey y la tripulación del Surprise en la célebre Master and Commander, cuando el buque corsario Acheron, mucho más potente, apareció de la nada con el viento a favor y lo tuvo a merced de sus cañones. “Métenos en la niebla, ¡remad!, ¡remad!”, gritaba Aubrey en su huida a la desesperada.
El PP y el PSOE se odian tanto que más que dos partidos parecen dos bandas rivales en un duelo a muerte. Y justo cuando el PP llevaba la iniciativa en contra del cupo catalán, se ha visto sacudido por la onda expansiva de su pasado más negro. Sólo un caso de la magnitud del que rodea a Montoro -y conste que esta ballena sólo ha empezado a soplar en el horizonte- podría desviar la atención de las mordidas de Ábalos y Cerdán. Vox se frota las manos porque cuanto más se instale en la sociedad que PP y PSOE son lo mismo, más crecen sus opciones. El abrazo, sobre todo, de los más jóvenes a los Alvise de turno en las pasadas elecciones podría parecer una broma si no se dignifica la política cuanto antes. Hasta entonces, sólo militará el esperpento en la clase dirigente. Es muy difícil que los mejores de la sociedad se animen a echar una mano en mitad del fuego cruzado. Hay que recuperar el debate serio sobre las ideas más o menos progresistas y conservadoras y huir del cálculo electoral cortoplacista. Las últimas corruptelas sólo llevan a preguntarnos si hay alguien al frente de la Administración. ¿Cómo se burlan todos los controles sin que nadie lo advierta? Estos casos envenenan la fe en el sistema y sólo pueden romper en la regeneración democrática o el autoritarismo. A Sánchez no parece preocuparle y propone un marco mental simple: o la ultraderecha o yo. O buenos o malos. Votar al PP, viene a decir, es votar a Vox, a Trump y compañía. Por su mente no pasa la retirada. Y una intensa bruma lo envuelve todo. Todas sus desgracias provienen de la misma mano negra reaccionaria que intenta derribar la “coalición progresista” en la que manda Puigdemont. ¡Remad, remad!, les dice a los suyos.
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