Yo te digo mi verdad

Los bancos y nosotros

Los bancos iniciaron hace años una derivación de la relación personal hacia la frialdad del manejo digital de las relaciones

Cada vez son menos las personas mayores que yo, así que no saben cómo entiendo la campaña que muchos han emprendido contra la forma que tienen los bancos de tratarnos, y me repatean, por el contrario por eso mismo, esas otras operaciones en que las poderosas entidades pretenden hacer creer que piensan constantemente en nosotros y son nuestros amigos.

Respeto profundamente la labor que desempeñan los bancos, económica y socialmente, pero muchas veces pienso que la respeto mucho más que algunos de ellos, que quizá la han olvidadO. La olvidan cuando reducen sin parar el personal que atiende a lo que deben ser sus respetados clientes. La están ignorando desde hace décadas cuando, después de insistirnos en que pusiéramos en sus manos nuestras cuentas, nuestras gestiones, nuestros pagos de recibos, nuestras nóminas… reducen al mínimo los horarios en los que podemos hablar o tratar directamente sobre ello. Desprecian o descuidan la importancia de su trabajo con la gente cuando permiten que, por estas políticas, a las puertas de sus oficinas se formen largas colas de personas de toda condición y edad, soportando esperas bajo el sol, el frío o la lluvia.

No se separan mucho de este comportamiento algunas administraciones públicas que, forzados por la pandemia, instauraron la dificultad de la atención en persona y la necesidad de cita previa para cualquier gestión y, pese a la eliminación casi total de restricciones en todos los ámbitos sociales, siguen manteniendo esta práctica que aleja, una vez más a los administradores de los administrados.

Los bancos iniciaron hace años una imparable reducción de oficinas y personal y una derivación de la relación personal hacia la frialdad del manejo digital de las relaciones. A la vez que eliminaban muchos de estos servicios (se supone que para ahorrar) han ido, sobre todo últimamente, encareciendo de manera escandalosa el precio de los mismos, lo que eufemísticamente se llama 'comisiones'.

Hemos aceptado, incluso de buen grado, que no se puede vivir ni casi hacer nada sin los bancos, desde el momento en que nuestro dinero está en sus manos y atendiendo a que se ha convertido en algo sospechoso manejar dinero en efectivo. Vivimos con la sensación de que nuestra relación es claramente la del fuerte sobre el débil. Sabemos quién es cada cual, pero cada vez es más difícil este matrimonio a la antigua, es decir, sin posibilidad de divorcio.

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