Café cantante

Cuarto de muestras

11 de mayo 2025 - 03:07

Goya, Gutiérrez-Solana, Darío de Regoyos, Valle-Inclán, Cela, Chirbes, han sabido retratar con su estética tremendista el eterno apagón de España: su ceguera, su mirada negra y perdida. Su pesimismo. Su sinrazón. Siempre al borde del absolutismo guiados por gobernantes cerriles, acosados por el recuerdo de una historia que se repite y nos enfrenta. España no es ni roja ni azul, España es negra porque mantiene siempre vivo su duelo a garrotazos. La España negra y triste cuyos reyes felones han pintado nuestros autores más nuestros entre la sordera, la locura y la vejez. España es ese velador de café de La Colmena cuya tapa de mármol costroso es una lápida de muerto sobre la que se carcajean los tertulianos exhibiendo sus miserias, rajando de ese mundo chico que no cambia jamás. Gentes que creen que las cosas pasan porque sí y que no hay que poner remedio a nada. Quizás porque en España nada tiene remedio de verdad.

Desde esa compleja oscuridad mil veces retratada, echa una en falta las voces discordantes de los artistas profetas. La profundidad de Velázquez y de Cervantes, la luz cegadora de Sorolla, la grandeza que nos sigue emocionando de Galdós, la verdad de Murillo, la trascendencia de El Greco, la austeridad sabia de Zurbarán. Las galerías comunicadas de El Prado que ilustran el complejo laberinto que es España.

Los gobernantes nos suelen decir que el comportamiento de la ciudadanía ha sido ejemplar cuando la culpa es de ellos. En verdad quieren decir, que hemos sido sumisos, que no hemos dado la lata, que nos contentamos con cualquier cosa. Que preferimos el bulo oficial del sabotaje a una verdad que puede asustarnos y de la que somos, quizás, en parte y sólo en parte, responsables. Nuestra queja, no vayamos a pasarnos, es de barra de bar, de velador de café, de comentario en las redes. Es nuestra reivindicación como el luto aliviado de una familia que ya ha olvidado a su muerto y prefiere vivir, que son dos días.

Cuando lo de la ciudadanía ejemplar falla, no hay que preocuparse, tenemos el comodín de la gobernabilidad y el juego democrático, aunque ese juego consista en apoquinar no un 3 sino un 20% a quien decide con sus míseros 7 votos desde Waterloo nuestro futuro.

Una, que no ha perdido su vena folklórica a pesar de los años, escucha por las esquinas de este café cantante que sigue siendo España: “Y yo te decía queriendo ponerme/ la venda de nuevo/…Pa no verme cara a cara/contigo y con tu verdad/miente de noche y de día/y a jurarme en falso llega/sigue mintiendo, alma mía/que te estoy queriendo a ciegas”.

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