Cambiar la hora

21 de octubre 2025 - 03:06

No la toques ya más, que así es la hora”, ha dicho (más o menos) Pedro Sánchez, ahora que llega el domingo del ritual otoñal de pedir prestada la escalera y subir a ese madero compuesto por las crucetas de los minutos y las horas y –de paso– trepar a los altos altillos donde aguardan la naftalina y la manta bajo la que (quizá algún día de estos, con suerte) navegar en busca del calor amante. Añoramos otro tiempo y otro tiempo, dicho sea (tiempo y tiempo) en sus grandes acepciones, que son las que más nos afectan a las carnes.

Llámenme sanchista e incluso europeísta, porque en esto estoy a tope con el presidente y con el Parlamento Europeo. Vamos demasiado tarde en dejar en paz las manillas del reloj, ya de por sí deformadas y aberrantes en España. Habría que dejarlas en la hora más próxima a la solar, esto es, en el horario llamado de invierno, para que los husos se ajusten a los usos y no al contrario, para que el cuerpo se alíe con lo que le es propio, su ritmo al de la luz, y su actividad, sueño y vigilia, temperatura y hormonas al ciclo de los días. Vivir de espaldas a quienes somos, un cuerpo que es parte y lo mismo que el mundo, nos trae un poquito tururú. Sostengo (y aquí sumamos tempo al tiempo) que seríamos menos “polarizables” de tener la respiración a compás, la cara encajada y la prisa ausente. Y en esto –a diferencia de en lo del ahorro energético al cambiar la hora– sí tenemos evidencias plenas. El cambio de hora es un jet lag de bolsillo, un disloque gratis que los cuerpos con el oído más fino –el de los niños y los achacosos– advierten a lo grande. Los más sordos, que son los cuerpos que se niegan a sí mismos, se dejan clavar sin queja las agujas del reloj hasta llegar a confundir su hambre, su sueño o su deseo con la hora del día o el día de la semana. Así es (así somos, no por necesidad sino por imposición) de paradójico el bicho humano contemporáneo.

Lo que sí propongo, y con fervor, es un radical cambio de esta hora, dicho sea “hora” en su acepción más simbólica, esto es, de momento histórico, de sino de los tiempos. O este tiempo, gobernado por la mater celeritas y los peores hombres, escampa o mal vamos. Buscar cada cual, en la estrecha medida de su posibilidad, la rendija a esta hora loca para hallar otro tiempo más natural y humano: no hay más ni mejor cambio.

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