La ciudad y los días
Carlos Colón
La tragedia los retrata
Editorial
EL presidente del Gobierno compareció ayer ante los medios de comunicación en el Palacio de La Moncloa para hacer balance del curso político y, de paso, certificar el fin de la crisis económica, proclamar oficialmente 2014 como el año de la recuperación y anunciar para después del verano una nueva revisión al alza del crecimiento español. Ciertamente, los datos del contexto macroeconómico abonan la satisfacción del presidente. Sólo hay que echar un vistazo a los indicadores de la deuda, que tantos dolores de cabeza nos dieron, la tasa de actividad económica o la evolución de las exportaciones para percatarse del cambio radical que ha dado el paisaje. Conviene no olvidar de dónde veníamos y que hace poco más de dos años España parecía irremisiblemente condenada a la intervención. Sin embargo, echar las campanas al vuelo cuando todavía la última Encuesta de Población Activa arrojaba una cifra de 5,6 millones de parados, un 24,47% de la población activa, parece a todas luces aventurado. Sobre todo si tenemos en cuenta que cuando más duro golpeaba la crisis, a final de 2012, el número total de desempleados se situaba en 5,2 millones y una tasa del 22,85%. Queda mucho por hacer. Y mucho más si subrayamos, como no podemos dejar de hacer desde esta tierra, que Andalucía corre el riesgo de quedarse descolgada de la recuperación al soportar una tercermundista tasa de paro superior al 34%, lo que implica que 1,4 millones de andaluces quieren y no pueden trabajar. Por mucho que lo quiera disfrazar el Gobierno, el paro y la precariedad laboral son la herencia que nos va a quedar de esta crisis durante mucho tiempo. Es un problema con unas consecuencias sociales que no puede compensar la buena marcha de otros indicadores, si bien es cierto que los últimos datos permiten señalar un cambio de tendencia que, en cualquier caso, parece leve. Demos, por tanto, por bueno el optimismo de final de curso del presidente Rajoy, pero para que de verdad España dejase atrás los fantasmas que le han amargado la vida en los últimos años, la situación del empleo debería cambiar radicalmente. La clase media es la gran perdedora de esta crisis y de eso estamos lejos de recuperarnos. Junto con las buenas sensaciones en materia de economía, Rajoy pudo comparecer ayer proclamando que, tras su entrevista del miércoles con Artur Mas, la consulta soberanista ha quedado desarticulada. Éste es un pulso que no ha terminado, pero en el que la firmeza mostrada por el presidente del Gobierno -y se puede decir bien claro- está rindiendo un importante servicio a España.
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