Manuel Ángel González Fustegueras

¿Ciudad Europea de la Cultura 2031 o la cultura como proyecto de ciudad?

11 de julio 2024 - 06:01

La designación de Ciudad Europea de la Cultura es un título prestigioso otorgado por la Unión Europea a ciudades que destacan por su dinamismo cultural y su capacidad para promover el entendimiento mutuo entre los ciudadanos europeos. Sin embargo, más allá de este reconocimiento temporal, surgen, en nuestro caso, algunas preguntas que considero debemos respondernos:

¿Con la situación económica y financiera que padece el Ayuntamiento se puede competir con una ciudad como Granada, en la que, además, esa fecha coincide con el 500 aniversario de su Universidad, una de las más prestigiosas del país, y que se va a volcar en su conmemoración? Parece más que complicado, y mucho más con la cantidad de tiempo perdido desde que se anunciara esta misma intención por el dimitido delegado de cultura del gobierno socialista saliente.

¿Es mejor aspirar a ser una Ciudad Europea de la Cultura o integrar la cultura como un proyecto continuo y estructural de la ciudad?

Es indudable que la iniciativa de Ciudad Europea de la Cultura ha sido un trampolín para muchas ciudades, impulsando su visibilidad internacional y estimulando el turismo y la economía local. Las ciudades seleccionadas implementan un amplio programa cultural durante todo el año, atrayendo a artistas, visitantes y medios de comunicación de todo el mundo, dinamizando la economía local. Sin embargo, también ocurre que el enfoque en un solo año ha conllevado inversiones y esfuerzos concentrados que no siempre se sostienen a largo plazo, que las expectativas generadas han sido difíciles de cumplir, y el impacto a largo plazo no siempre ha estado garantizado, y que muchas veces, los beneficios del título no se distribuyen equitativamente entre todos los barrios y comunidades de la ciudad.

Integrar la cultura como un proyecto continuo de ciudad implica una visión a largo plazo, donde la cultura no solo se celebra en eventos aislados, sino que se teje en el tejido cotidiano de la vida urbana. Esto requiere políticas culturales sostenibles, infraestructuras adecuadas y una participación de la comunidad. Ese camino es el que convierte a la cultura en pilar del desarrollo urbano, promoviendo la sostenibilidad económica, social y ambiental, ese es el camino que fomenta un sentido de pertenencia y orgullo entre la ciudadanía, fortaleciendo la identidad local, que permite la integración de la cultura en la vida diaria, facilitando la participación continua de los vecinos y vecinas en actividades culturales, y el que permite abordar las necesidades culturales de diversas comunidades, promoviendo la igualdad y la inclusión.

No se trata de elegir una cosa o la otra. La aspiración de ser una Ciudad Europea de la Cultura y la integración de la cultura como un proyecto de ciudad no son mutuamente excluyentes. Al contrario, pueden y deben converger para maximizar los beneficios culturales, sociales y económicos para la ciudad.

La clave de bóveda está en no considerar la candidatura como un punto final, no como una meta, sino como un punto de partida para un compromiso cultural a largo plazo, donde la cultura se integre de manera sostenible y equitativa en la vida diaria de la ciudad, enriqueciendo a todos sus habitantes y asegurando un legado duradero. Y esto requiere un compromiso económico sostenido, una planificación a largo plazo, una coordinación efectiva entre diferentes sectores y niveles de gobierno, y el diseño de herramientas adecuadas para evaluar el impacto de las políticas culturales a largo plazo.

Solo así, hasta el fracaso sería un triunfo.

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