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Tribuna Libre

Evaristo Babé

Presidente de Fedejerez

El dichoso coronavirus y el caballo que tira del carro

La tristeza que nos produce recordar el sufrimiento de tantas personas por culpa del coronavirus, las tremendas desgracias que ya ha ocasionado y la gravedad de las consecuencias que está comportando y va a comportar este dichoso virus, será inolvidable para las generaciones que lo estamos viviendo.

El adjetivo “dichoso” que aparece en el título de estas líneas no se corresponde con la acepción asociada en el DRAE a algo desventurado, malhadado o molesto (como cuando se exclama ¡a ver cuándo acaba este dichoso viento! y frases parecidas). Tenemos en nuestra lengua numerosos adjetivos mucho más oportunos y contundentes que podrían utilizarse –y, de hecho, utilizamos- para referirnos a este maldito virus, a este virus cabrón (con perdón).

El “dichoso” está utilizado en el título de este artículo como deseo y esperanza de que esta situación sirva para sacar consecuencias positivas. Está claro que, a partir de ahora, hay muchas cosas que no van a seguir siendo igual: desde un más justo reconocimiento al trabajo del personal sanitario en general, hasta las nuevas formas de teletrabajo en muchas empresas de servicios pasando por las propias compras on line por parte de los ciudadanos. Y así en otros muchos aspectos de nuestra vida diaria.

Está claro que, cada vez que los medios de comunicación nos han transmitido información e imágenes de la situación, nos hemos sentido desasosegados. Al ver, o más bien intuir, las caras de angustia y de pánico de quienes -protegidos por frágiles mascarillas y cubiertos con bolsas de plástico- trabajan en el sector sanitario y estaban cerca de los afectados, al ver las camas de los improvisados hospitales de campaña y los féretros alineados en espera de poder ser enterrados, creo que casi todos hubiéramos querido haber podido ayudar para hacer algo que redujera el sufrimiento de los demás. Cada uno a su manera.

El coronavirus nos va a hacer a todos un poco más sensibles a los otros. A sentirnos más próximos al sufrimiento de tantos que para muchos no pasaban hasta ahora de ser, simplemente, “gente”. Nos va a hacer más humanos y que miremos al otro no solo con compasión sino también con solidaridad.

Con independencia de los anteriores aspectos positivos, dichosos desde un punto de vista humano, hay otros que esta crisis puede convertir en consecuencias muy graves desde el punto de vista económico y social. Estamos ante un asunto muy serio, no ya por hoy –que por supuesto- sino por el futuro. Decisiones de hoy están condicionando, y algunas de manera muy grave y esperemos que para muchos no definitivas, el futuro.

No se puede poner al frente de un avión con millones de pasajeros a bordo a quien no sabe lo que es un anemómetro, un altímetro, unos flaps o unos spoilers. A alguien que, a lo mejor, ni tan siquiera sabe hacer la O con un canuto. Porque, aunque aparezca vestido de comandante de vuelo, el desastre puede ser mayúsculo.

A la hora de tomar decisiones -al igual que cuando se sale a cazar-, es fundamental centrarse y no disparar a todo lo que se mueve sino tan solo al objetivo perseguido. Hay que saber acotar realmente el problema y tomar en cada momento las decisiones adecuadas. No dejarse llevar por el pánico adoptando decisiones grandilocuentes con consecuencias destructoras, entre otras, de la principal fuente de generación de recursos públicos y privados en la sociedad. En decisiones importantes es fundamental analizar rigurosamente las implicaciones que pudieran comportar y, si fuera necesario, consultando con expertos e implicados.

En medio de las emociones y tensión que estamos viviendo, me gustaría destacar algunas de las cuestiones que creo necesitamos como sociedad en estos momentos. Y estas son:

1.- Una sociedad civil viva, libre, no silente, que aplauda a quienes cada día se lo merezcan pero que critique y reaccione ante decisiones políticas erróneas o sectarias, exigiendo responsabilidades cuando proceda.

2.- Unos medios de comunicación libres, en todos los sentidos, que cumplan efectivamente con su misión informativa desde la más estricta objetividad e independencia.

3.- Guardar en nuestra memoria la dura experiencia que estamos viviendo para proceder en consecuencia y, llegado el momento, adoptar decisiones que debieron haberse tomado antes, como es el mejorar la consideración y retribuciones e incentivos de los médicos y del personal sanitario en general.

4.- Un especial celo en el respeto al Estado de Derecho por parte de los responsables políticos al ser vital, en estos momentos, la defensa del modelo democrático y de libertades reconocidas en nuestra Constitución.

5.- Y, por último -y no por ello menos importante-, necesitamos que las empresas puedan volver a estar operativas lo antes posible.

Esto último es fundamental. Son las empresas (grandes, medianas y pequeñas, pertenezcan a autónomos, pequeños inversores o multinacionales) las verdaderas generadoras de empleo y riqueza para todos. Impedir, de forma indiscriminada su funcionamiento, es absolutamente contraproducente y muy grave.

Estos días he visto varias veces publicada una frase atribuida a Sir Winston Churchill (a quien, muchas veces se le atribuyen incluso las que no pronunció) y que dice: “Muchos miran al empresario como el lobo al que hay que abatir. Otros lo miran como la vaca a la que hay que ordeñar. Pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro”.

Es fundamental la revisión, cuanto antes, de las limitaciones establecidas en estas últimas dos semanas al funcionamiento de las empresas y actuar con mesura y proporcionalidad. No se puede, a estas alturas del siglo XXI, hacer cirugía con un hacha. Para eso existen los bisturíes y otras técnicas quirúrgicas mucho más modernas y menos invasivas. Es urgente permitir a las empresas, con todas las cautelas y medidas de seguridad que recomienden los expertos, volver a operar en libertad.

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