La corrupción corrompe

No se cuenta, cuando se contabiliza la corrupción, lo que se pierde de energía, de autoridad, de ilusión

Estaba deseando que me echasen en cara mi silencio sobre el nuevo caso de corrupción del PP para darme un golpe de pecho también por mi silencio sobre la represión de Venezuela. No tardaron, y lo hice. Y, con el golpe, caí en la cuenta de que, precisamente, ése es uno de los efectos más lamentables de la corrupción del PP, es decir, de algunos del PP, pero ustedes me entienden. Esos corruptos chuparon fondos públicos; y encima sorben, como vampiros, la tinta y la energía que debería encararse con asuntos más sangrientos o más sangrantes, como la situación de Venezuela.

Nos distraen, y ellos, que tanto dinero distrajeron, se distrajeron más. Estaban en esas cosas en vez de defender los principios y los intereses de su electorado, tan abandonado ideológica y moralmente. En el PP suelen excusarse con razones de táctica electoral, pero otro gallo cantaría si tantas cabezas suyas hubiesen estado donde tenían que estar.

Además, la corrupción corrompe aquellos valores que el PP sí defiende. Pongamos los desafíos del nacionalismo. Ante ellos, se han plantado, sí, pero, con los casos de corrupción, que los equiparan a los de los Pujol y compañía, pierden autoridad moral y una ventaja competitiva que hubiese podido ser decisiva.

Por último, afectan al más interesado interés electoral. Hubo un tiempo, ¿recuerdan?, en que el PP vendía dos cosas frente el socialismo: eficacia y honradez, y ésta última dejando, incluso, que circulase una frase con retranca sanchopancesca: "Como somos riquitos por familia u oposiciones, ya venimos robados de casa". Ya, ya. En cuanto han tenido oportunidad, han dilapidado medio caudal. Han sido pródigos por avaros.

Alguna vez he escrito que, cuando el primer mandamiento de un partido es "la economía es lo que importa", acaba resultando una profecía que se autorrealiza. "Puestos a enriquecer a los españoles, empezamos por nosotros, tan españoles como el que más, y ya vamos viendo". Ahora no sé qué sería primero, si el huevo o la gallina. Si "la economía es lo que importa" o si, como vengo a forrarme, digo lo de la economía, porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Lo indudable es la onda expansiva de la corrupción. Llega aquí: no escribo de Venezuela ni de los atentados de París ni felicito a la policía por su golpe a la pedofilia ni me preocupo por Ecuador ni nada. Tengo que escribir y usted que leer sobre algo tan penoso y miserable.

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