En tránsito
Eduardo Jordá
Vivienda
La ciudad y los días
Hace muchos, muchos años vi por primera vez en el parque de Kensington árboles con tantos años encima que ya debían ser enormes cuando sir James Matthew Barrie ideaba allí su Peter Pan viendo jugar bajo ellos a los niños Llewelyn Davies. Algunas de estas venerables criaturas tenían unos apoyos en torno al tronco y tensores que sujetaban sus enormes ramas que se protegían con abrazaderas de caucho. De eso puede hacer, sin exageración, medio siglo, que llegué a conocer los últimos brillos del Swinging London. Después vi como estos mismos auxilios se prestaban a otros árboles de gran porte en diferentes parques y calles de otras ciudades europeas
Lo recordé al leer ayer, en la crónica de la compañera Ana S. Ameneiro, que se recomienda, para que los ocho grandes ficus de las plazas de la Encarnación, Cristo de Burgos y Museo no se sigan desplomando, recurrir a “puntales dinámicos tipo DISART” y “sustentación aérea”: lo primero consiste en “una sustentación elástica que permite cierto movimiento del ejemplar, facilitando el desarrollo natural del árbol y ayudando a su recuperación sin provocar daños en la zona de contacto” y lo segundo en “sistemas de sustentación aérea estáticos, dinámicos y semiestáticos para evitar la caída del eje sustentado o ralentizar la misma”. Es decir, lo que vi cuando Carnaby Street aún reinaba, los Beatles se separaban, Covent Garden era mercado de frutas y flores y Connery firmaba su último contrato como 007, hace más de medio siglo.
Los árboles son seres vivos y por lo tanto expuestos a enfermedades y epidemias –el cuidadísimo Hyde Park vio morir miles de olmos a finales del siglo pasado a causa de una epidemia de grafiosis– y al final mortales. Pero, como todos los seres vivos, las enfermedades pueden prevenirse o tratarse, los achaques de los años remediarse y la muerte aplazarse cuanto sea posible. En los parques y plazas londinenses hay ejemplares con más de 200 años. Aquí no se han cuidado, dejándolos enfermar y caer desplomados o talados sin tomar medidas. Aquí no se reponen: esta es la ciudad de los alcorques con tocones o vacíos. Y aquí se cometen errores y horrores como las setas y la reurbanización de la Encarnación: según el informe el aumento de cota tras ella cubre y asfixia las raíces. No saque pecho ecológico ahora el PSOE. La Encarnación tenía tres ficus antes de la reforma de 2011 y ha perdido dos.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Vivienda
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
El PP no tiene gol
La ciudad y los días
Carlos Colón
Es otoño. Suena Gershwin
Confabulario
Manuel Gregorio González
C olón y la paella
Lo último
El parqué
Álvaro Romero
Descenso desigual
Tribuna Económica
Rogelio Velasco
Nobel de Economía
La tribuna
Todo fue en vano
Editorial
Lucha desigual