Divorcio

Jerez, 30 de junio 2025 - 13:58

SE sentaban, las dos partes implicadas, en sendos bancos de madera, duros e incómodos, estaban en el juzgado. Una de ellas había pedido el divorcio, la otra no lo aceptaba. Antes que su señoría apareciese en la sala, la parte que no estaba de acuerdo instaba a la otra a desistir en su empeño:

-¿Cómo se te ha ocurrido?, con lo bien que nos llevábamos.

-¿Bien?, tú sólo te llevas bien contigo. Hace demasiado tiempo que no te importa nada más que mantener lo que queda de ti, que no es ni sombra de lo que fue ni de lo que, en cualquier caso, debiera de ser.

- ¿Y eso quién lo dice, tú, que te las das de estar siempre por encima de todo lo demás?

-Sí, lo digo yo. Y no presumo de nada, pero afirmo que estoy primero, no fui yo quién eligió que fuera así, porque sin mí tú no serías posible. Y mantengo que las dos, en el orden debido, somos imprescindibles para que las personas puedan ser personas.

-No sé qué te hace pensarte tan relevante y necesaria, sin mí las personas no podrían vivir como personas, reinaría el caos, su mundo terminaría por destruirse. En cambio sin ti…

¿de veras crees que no podrían vivir sin ti?, ¡pues claro que sí!, es posible que algo les faltase, pero la sociedad seguiría adelante, se mantendría, cosa que no ocurriría si yo no estuviese.El juez entró en la sala. El funcionario ordenó a los presentes levantarse. Una vez tomó asiento su señoría, hicieron lo propio

todos los que allí lo esperaban.

-Bien, veo que usted, doña Libertad a solicitado el divorcio de la señora Justicia. ¿Mantiene su petición o han llegado ustedes a algún tipo de acuerdo?

-Mantengo mi petición, señoría.

-Bien. Si es tan amable, me gustaría expusiera los motivos que la llevan a tomar tan importante decisión, he de suponer que es usted consciente de la trascendencia que tiene la cuestión en las vidas de las personas y en las relaciones entre ellas.

-Lo soy, señoría, pero la situación ha llegado a tal punto que no me es posible continuar engañando a los que aún creen en mí, no sin faltar a mi propia coherencia y a la lealtad que debo a los humanos. En cuanto a ella, la que fue buena y fiel compañera, con plena honestidad pienso que hace mucho tiempo que no cuenta con la confianza de nadie. No puedo hacer que las cosas siguen siendo como fueron no sostener la indignante hipocresía que son ahora.

-De acuerdo, proceda pues, la escucho.

-Verá, como usted bien sabe, yo, la Libertad, soy consustancial a la esencia del Hombre.

Sin mí no es posible que el Hombre sea lo que su entidad determina que puede y debe ser, y no me refiero a su carácter ni a su actitud, sino a su pleno desarrollo como el ser que existe y que es.

Fui, con el Hombre, desde el momento en el que él fue, y aunque a lo largo del tiempo ha habido muchos y repetidos, furiosos y desesperados y desquiciados intentos por separarme de él, al final siempre hemos vuelto a la unión que da sentido a lo que cada uno somos: a él, porque sin mí no podría llegar a ser lo que es; a mi porque sin estar en él no tendría sentido mi existir.

A resultas de la íntima comunión entre los dos, y con la firme determinación de ambos para extenderme y mantenerme entre todos los seres humanos, llamamos a la Justicia, pues sin ella no sería factible ni mi pervivencia ni mi equitativa presencia entre las personas todas. Y así fue, ella, la Justicia, asumió y se encargó de mi supervivencia y del justo reparto entre los seres a los que, por su esencia, pertenezco,fue así hasta que dejó de ser así.

Las continuas tentativas de la vanidad y la ambición, de la sedición, la avaricia y la megalomanía, del ansia desbocada por el poder, la riqueza y la gloria, consiguieron derivar primero y desvirtuar después el inexcusable cometido de la que fue mi compañera.

Se dejó querer, jugó con el declarado enemigo, se hizo rogar, disimuló, luego miró a otro lado, después consintió, cedió y, por fin, se vendió, no como

prostituta, que hace su trabajo porque quiere o no le queda mejor alternativa, sino como una mala puta de…

- ¡Por favor, señora, cuide su lenguaje!

- Perdón, señoría, disculpe.

Decía que ella se prostituyó, pues se vendió por las prebendas que fuesen, hasta perder el sentido y la conciencia de lo que era, años luz de lo que ahora es.

Sin ella, yo soy posible, es cierto que no del modo en el debiera ser: siempre y para todos; pero sin mí ella no es posible: no es posible justicia sin libertad. Así lo entendimos, y así nos

entendimos, hasta que ella abandonó su razón de ser mientras dejaba de ser justa. No puedo consentir que el engaño continúe, no quiero ser parte de la falsaria pantomima que a diario representa, lejos de su esencia de lo que ella es, puesto que sólo para y por eso es.

Solicito el divorcio, pido se la separe, a todos los efectos de mí y que, hasta que recupere su entidad, se le prohíba cualquier relación con lo que yo significo y soy.

Espero conseguir de su señoría, acceda a conceder mi desesperada, pero firme, muy meditada y del todo irrevocable petición.

- ¿Tiene algo que decir, señora Justicia?

- Sí, miente como bellaca que es. Todo es falso. Sólo persigue recuperar el protagonismo que, por mi buen hacer, le he arrebatado.

- De acuerdo. El juicio queda visto parar sentencia.

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