Julio Martín

La encrucijada de las cofradías rancias

Han llegado los días Santos y se ha abierto la carrera oficial de nuevo. Ya nadie se acuerda de la plaza del Banco, de la ratonera ni de la calle Tornería a no ser que se venga de vuelta al templo y la televisión tenga encendidas las cámaras a esa hora.

Se abrió la carrera oficial y la Catedral recibe a las hermandades que hacen su estación de penitencia. Las hay para todos los gustos. De silencio o con música. De trío de viento o de voces corales de niños. De cola, de capa, de ruán o con capuz como es el caso del Nazareno -autenticidad a raudales- o Amor y Sacrificio.

Las hay más viejas y también otras inventadas en el tiempo. Las que rebuscan en el pasado a ver si es posible entroncarse con la batalla del Guadalete y las que tienen nuevo cuño.

Uno desde su silente atalaya, leyendo las informaciones de este medio, piensa y recapacita ¿Quién le iba a decir al recordado Rafael Bellido Caro que todo lo que frenó acabo siendo una realidad? Era tanta el agua que sostenía la presa que no hubo más remedio que desembalsar y los ríos crecieron en su caudal, cofrade en este caso.

El movimiento sociológico al que nos vemos abocados cofradieramente hablando es la de una efervescencia de las cofradías que crecen en los barrios. Cada una su ritmo pero todas avanzando. Hace unos días, nos enterábamos de la entrada de nada menos que dos cofradías nuevas en la carrera oficial. Sí, esa que todavía no se sabe dónde estará situado el palquillo de toma de hora. El palquillo aún no se sabe, pero si tenemos la certeza de que dos nuevas entrarán por el lugar en el que los hermanos mayores se pongan de acuerdo.

No sé si esos hermanos mayores que ven con cierto escepticismo la llegada de las nuevas están viéndole las orejas al lobo. Pero lo cierto es que las cofradías rancias, esas que son de centro y que en determinados cuños solamente ven abiertas sus puertas cuando los mayordomos desempolvan varales y se abren las secretarías en Cuaresma, se verán desbordadas por la fuerza de la zona sur, este y oeste de la ciudad.

La Iglesia jerezana podía haber invitado a estos nuevos cofrades a incorporarse a las añejas cofradías casi muertas que tenemos en el centro de la ciudad. Pero es cierto que una hermandad es de donde pace. Y todo este germen de vida nació entre bloques de viviendas y avenidas inhóspitas que hasta han conseguido que huelan a cofradierismo cuando se pone la velocidad de crucero y se avanza de cara al centro de la ciudad.

Unas vienen cargadas de vida y otras esperan el porvenir. El tiempo irá colocando cada pieza en su sitio. Pero mucho me temo que dentro de una docena de años, el protagonismo, la fuerza y el impulso vendrán de los barrios y no del canon clásico de un ruán o de un palio de cajón. Atrás quedaron esos viejos cofrades que fumaban 'ducados' y llevaban siempre corbata, hasta en la cama. Ahora llegan nuevos bríos que chavales que llenan las casas de hermandad de estos barrios para igualar y meter el hombro con el fin de llevar a su Cristo al centro de la ciudad. Conquistarlo y ser protagonistas, si acaso, durante el tiempo que la cofradía gobierne por la carrera oficial. Llegará incluso el momento que ese dominio no sólo será durante un rato mientras procesionan por la calle Larga. Sino que llegarán a los despachos de poder e impondrán sus criterios. Valga un botón de muestra: Dionisio Díaz. Presidente del consejo. Un chaval que nació, creció y vivió en su barrio y en su cofradía de los años noventa. Que los hermanos mayores de las cofradías rancias vayan a la de ya poniéndose las pilas. Van a necesitar mucha energía para aguantar el envite.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios