Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez: mis conversaciones con Francisco Holgado Ruiz (II)
En 1892, la hermandad del Mayor Dolor estrenó el grupo escultórico del Ecce Homo. El nuevo misterio debió de impactar en una Jerez que empezaba a vivir el resurgir de lo cofrade. Las tres esculturas se encontraban ejecutadas en talla completa y mostraban una composición y un acabado impecables, incluidas las de Pilatos y el sayón; piezas que nada tenían que ver ya con la tradición barroca, siendo concebidas con intención casi arqueológica en su caracterización e indumentarias, huyendo del anacronismo y la caricatura exagerada de siglos anteriores. En particular, la elegante representación de Pilatos se mantiene, más de un siglo después, en los más altos escalafones entre las figuras secundarias de nuestra Semana Santa.
En la monografía de Tormos Capilla sobre la Casa Tena este conjunto recibe una especial atención por ser el primer encargo conocido de Vicente Tena Fuster, donde incluso participaría el creador de la estirpe, su padre, el dorador Vicente Tena Ferrando, en la excelente policromía. En este sentido, el libro va más allá de la simple catalogación de obras, dividiéndose en dos partes que giran en torno al concepto de taller familiar. La primera centra, así, su interés en la evolución del obrador de los Tena en el contexto de los talleres valencianos de los siglos XIX y XX, mientras que la segunda persigue reconstruir las trayectorias vitales y profesionales de los distintos miembros de la familia a lo largo de tres generaciones. Una publicación que se nutre de una sorprendente colección inédita de dibujos, documentos y, sobre todo, de excepcionales fotografías. De hecho, la afición a la fotografía de Tena Fuster llevó a que el propio misterio del Ecce Homo fuera captado por su cámara antes salir de Valencia, como recuerdo indeleble de un trabajo que, como se verá, les abriría las puertas de Andalucía.
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