Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Un golazo

COINCIDIENDO con el Mundial de fútbol femenino, hay que coger la metáfora por los pelos y disfrutar del gol por toda la escuadra que ha marcado Susana Díaz. Ya nos veíamos en la tanda de penaltis, pero en el descuento de la prórroga Susana ha rematado el centro del de Ciudadanos al fondo de la red de la investidura. Lo complejo de esta jugada es la posición de C's, rozando el fuera de juego. Ya la discutiremos en la moviola. Ahora toca disfrutar del gol. Y de la sorpresa de que se produzca cuando la presidenta parecía más desfondada.

Susana Díaz ha regateado a Pedro Sánchez con elegancia. Dentro del PSOE, hay voces que rechazan el entreguismo a Podemos (que crecerán a medida que los pactos con la extrema izquierda se pongan en práctica). Susana Díaz se convierte en la legítima capitana del equipo de los críticos.

Un pacto con el PP hubiese sido la otra manera de marcar distancias, pero habría tenido muchos costes. Coste político, porque hubiese supuesto la renuncia a un bipartidismo que a la larga conviene a los dos grandes; institucional, porque tendrían que haber sacrificado algunos ayuntamientos a Moreno Bonilla; sentimental, porque el votante del PSOE no lo hubiera asimilado alegremente; y coste interno, porque el desacato a Ferraz hubiese resultado demasiado frontal.

Tras el regate a Sánchez, el caño a Podemos. Lo deja clavado. Susana Díaz se revindica como centrista y sale con las manos sueltas para combinar o no con la banda izquierda en los ayuntamientos que le convengan. Kichi se puede quedar pidiendo balón. Podemos, en cambio, no podrá negarse a cualquier pacto local con el PSOE porque parecería berrinche de mal perdedor. Los de Iglesias están atados por su explícito compromiso de echar al PP a poco que puedan.

A Ciudadanos, además del muy probable fuera de juego (político y electoral) en que lo deja, Susana les supera con un autopase. No les da nada que no le convenga a ella: regeneración, transparencia, etc. La fea imagen del cambio de cromos la esquiva. Y encima, al comprometerse a defenestrar, si eso, a Chaves y a Griñán, Susana se reinventa y mete metros a sus mentores. Yo no había previsto este desenlace y tampoco soy un acérrimo partidario del socialismo y me convenía el atasco institucional para escribir artículos, pero no permitiré ni que mi vanidad ni que mi ideología ni que mi interés me impidan reconocer y apreciar una jugada maestra.

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