¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
COMO ya el Xerez interesa bien poco; no creo que fueran muchos los que el domingo perdonaran la siesta, se vinieran de la playa o dejasen a la carrera los preparativos de ese espectáculo que se han inventado para sacar pasitos a la calle con una más que dudosa finalidad espiritual. Además, el equipo contra quien se jugaba, líder de la clasificación, no era el más atractivo para ponerse delante del televisor a las cinco de la tarde un domingo de verdadera primavera. Pero ni el Elche era tan fiero como se esperaba ni el pobre del Xerez demostraba el por qué de su hundimiento futbolístico y la zona infernal donde se encuentra. Y es que lo que vimos la otra tarde desde el Martínez Valero -los de más años, como yo, nos acordábamos del viejo Altabix- no se parecía en nada a lo que estamos acostumbrados con este equipo con una cara, infinitamente, pero infinitamente, mejor que la que viene presentando en Chapín -y fuera de Chapín- una tarde sí y otra también. No se daba crédito al empuje y a la decisión de un equipo que dominaba al líder, que lo hacía retroceder y que le hacía jugar totalmente incómodo y con poca resolución.
Además, para colmo de males del equipo de la franja verde, David Prieto marcó pronto y puso más nervioso a un Elche ramplón y que decía más bien poco, casi nada. Pero este equipo nuestro es el perro flaco de las pulgas; cualquier mínimo incidente le afecta más de la cuenta. Tras el empate del Elche todo fue al revés. Prieto, protagonista el domingo para lo bueno y lo malo, hace un penalti de poca magnitud, como diría algún listo moderno, lo echan a la calle, la paga con el techito del banquillo y a morir por Dios. Se pierde un partido que no se debió perder, se aumenta la desazón y se hace más grande el abismo que, ya sí, nos perece definitivo.
La mascarada cofradiera de la semana que viene, la Feria después, el Rocío, los caracoles, los días de playa y lo más mínimo que ustedes tengan en la cabeza estarán mucho antes que el interés por este equipo que, el domingo, estuvo desconocido, pero que la realidad sólo tiene el color gris marengo de la desesperanza.
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