Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Dos informes que se han hecho públicos con sólo unas horas de diferencia muestran las dos caras de nuestra sociedad, nuestra economía y nuestro modelo de vida. Dos caras de la misma moneda. De un lado Cáritas, que da la voz de alarma en su Informe FOESSA: “Desigualdad estructural”, “cronificación alarmante” del problema, más de 9 millones de personas en situación de exclusión social en España y, sobre todo, una juventud que no percibe ese supuesto crecimiento económico del país, porque la dificultad para acceder a la vivienda, la precariedad laboral y las trabas para emprender una vida les lleva a un “profundo pesimismo”. El diagnóstico más sencillo es que las clases medias están desapareciendo y más aún en las franjas más bajas de edad, donde hay un gran “malestar generacional”. Luego hay quien todavía se pregunta extrañado por los motivos de los jóvenes para la polarización y el calado de los mensajes populistas.
El otro trabajo publicado es el de los milmillonarios y cienmilmillonarios que aparecen, como cada año, ordenados de mayor a menor fortuna en la Lista Forbes. 258.827 millones de euros en manos de 100 españoles. Algunos pierden dinero en el último año, como Amancio Ortega, que se deja 10.300 millones, pero mantiene otros 109.900. Un rasguño. Otros registran incrementos que para los mortales resultan distópicos, como Tomás Olivo, dueño de un imperio creciente de centros comerciales. En esto Forbes también da un toque de atención en España y advierte de la “bomba demográfica”. Más de la mitad de todas esas fortunas –por encima de 140.000 millones– están en manos de 28 octogenarios y sólo siete de esa lista tienen menos de 50 años. Esto no es sólo un problema generacional, porque lo más preocupante es que dice mucho sobre el modo de crear riqueza en España. Son fortunas que han nacido y crecido al calor del negocio del ladrillo, el comercio o la banca. No hay innovación, ni gigantes tecnológicos ni unicornios, como se conoce a las empresas que crecen de forma exponencial gracias a una aportación disruptiva.
Con la riqueza estancada en los sectores económicos más tradicionales, con millonarios que se hicieron ricos hace varias décadas, con una clase media menguante, un porcentaje creciente de población más empobrecida y una juventud pesimista y desigual, estamos forjando una terrible herencia, económica, social, política y moral.
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