Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1964: la Academia, Pilar Paz Pasamar, Manuel Lora Tamayo y Antonio Añoveros
LOS literatos saben a ciencia cierta que la hegemonía del realismo depende muy mucho de la fidelidad a la versión original. La profusión de datos es directamente proporcional al calco de la certeza. Y -¡París bien vale una misa!- al esfuerzo indagatorio. No hay que pasar como gato sobre brasa al respecto de la contextualización del origen de un hábito cuya sucesiva repetición se torna en costumbre -e incluso en intrahistoria-. No se reviste de nadería cuanto in illo termpore comenzara -en el caso que nos ocupa al amparo de la canícula- cuasi por casualidad. Subsisten tradiciones de régimen interno -de las denominadas nunca a bote pronto familiares- que nacieron a decir verdad por efecto carambola y ulteriormente son mantenidas -con férrea lealtad- de abuelos a hijos y de hijos a nietos. Todo sea a honor y gloria del linaje y su sagrada heredad de tácitos lazos filiales. Para conectar con la máxima de Azorín: “Vivir es ver volver”. Y en efecto ver volver es retomar el camino andado para sostener por siempre una usanza de nuestros antecesores. La vida -su pureza- contiene mucho del extraordinario -o, por mejor decir, real maravilloso- relato de Alejo Carpentier: ‘Regreso a la semilla’. Y este garante sentimental, es decir: regresar a la semilla, es cuanto un verano y el siguiente revalidan -y no rivalizan- los miembros de la gran familia Rodríguez según aprieta el nunca barbilampiño don Lorenzo mientras proyecta sus rayos de alta temperatura sobre los meses de estío.
Contextualicemos. La pareja formada por Ángel Medina y Angelita Rodríguez -conocida por su refino en el Polígono de San Benito-. Él era submarinista. Y pescaba bastante. Sobre todo en Zahara. Pero al cabo alquilaron una casa en Bolonia, cerca del Anclón -donde a decir verdad había entonces cuatro casas, una panadería y un puesto de la guardia civil-. Allí se instalaron con sus cuatro hijos: María José, Auxiliadora, Francisco y Ángel. Se iban todos temporalmente a Bolonia. Petra, hermana de Angelita, enviudó muy pronto. “Y siempre que podía, con sus dos hijos Maribel y José Jesús Ceballos, tiraba para allá y así estar acompañada de su hermana”. Poco a poco otra hermana de Angelita, en este caso Lola, igualmente también optó por unirse cada verano a la familia (hijas: Maribel y Mari Carmen Menacho). E Isabel con su hija Susana Padilla. Como es ley de vida, andando el tiempo, las hermanas Rodríguez felizmente se rodearon de muchísimos nietos. Son precisamente los miembros de esta tercera generación los que, en remembranza de aquella casa del Anclón y de aquellos veranos tan imborrables para los autores de sus días, y en honor de sus mayores, cada mes de julio o agosto renuevan una quedada familiar, los Rodríguez, en la que por descontado se incluye la foto piramidal de los primos como signo de alegría y tributo.
En la foto de la izquierda: año 2025: Gema Aparicio, María Casas, Sophie Zerahian, Marta Medina, María Páez (pareja de Fran Medina), Simona Canuti (pareja italiana de Juan Vicente), Paula Casas, Carlos Hernández (pareja de Gema Aparicio), Fran Medina, Andrés Campos (pareja de Paula Casas), Juan Vicente y Christian Medina. Foto del centro: año 2024: Gema, Sophie, Natalia Rodríguez, María, Simona, María, Paula, Manuel Moscoso, Fran, Juan, Christian y Andres. Foto de la derecha: año 2023: Gema, María, Sophie, Simona, María, Paula, Marta Medina, Juan, Fran y Fran Zeharian.
La reconstrucción, en clave de juvenil humanidad, de la pirámide Keops. Toda urdimbre familiar crece con indefinibles metros de altura y con idénticos innúmeros de anchura. Así tal esta cordillera de empatía, esta montaña de brazos que sostienen y de manos que se elevan, estos cangilones de frescura, este promontorio de bonhomía, estas sinergias que se retroalimentan, estas vigas de pies descalzos, esta yuxtaposición de risas, esta causa noble, esta estimación reverencial a la búsqueda de un tiempo que, a contradanza de Kafka, jamás fue perdido. ¡Bien por la nueva ola -tratándose de Tarifa- de las novísimas generaciones de los Rodríguez! El Anclón es testigo de una reválida. De ayer a hoy. Diferentes épocas, la misma sangre. Por respeto, por fidelidad, por amor…
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